Cuando viajamos a visitar a la familia de mi esposo, me fascina que me cuenten historias de la familia, que hagan remembranza de tradiciones y anécdotas que enriquecen la memoria y fortalecen la cultura.

Entre esas narraciones no puede faltar la del abuelo, cuando en sus años mozos con gran destreza y exactitud, elaboraba cada tornillo usado en la construcción del puente de la variante, cerca de Girardot.

¿Puede usted imaginar la responsabilidad que tenía el viejo? En sus manos estaba el éxito o el fracaso de tal obra! Un tornillo mal hecho y todo iría al suelo, el trabajo de muchos hombres, dinero, el tiempo de planeación y construcción se verían tirados a la basura, solo por un pequeño detalle: un tornillo.

De la misma forma, si el tornillo está bien hecho todo funciona bien, según lo planeado y éste entonces pasa desapercibido, casi inadvertido, pero ahí está, cumpliendo con humildad su propósito de existencia.

Fue ahí cuando supe que el cristiano debe ser como un tornillo, que une, que ayuda, que sirve, que hace parte de un puente, una gran estructura creada para un fin: llevar las buenas nuevas de Cristo, que no espera un reconocimiento mayor que el que debe tener, pues sabe que como él hay muchos otros que están también trabajando para que este puente sea transitado y que los que están del lado del mundo y su pecado pasen a estar del lado de nuestro Salvador.

¿Es usted un tornillo en el puente de Dios? ¿Ya cuenta usted con un rol en el cuerpo de Cristo? Si es así, gloria a Dios! Si no, es momento de que acepte el llamado y se deje usar, pues a Dios le falta un tornillo y ese tornillo es usted.

Escrito por Marian Vargas para www.conectadosconcristo.com