“Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor”.
(1 Corintios 13:13 NVI)

Con el pasar de los años he podido descubrir que el amor es un arte que no se aprende de la noche a la mañana, que demanda un mayor esfuerzo que odiar o despreciar, que es un privilegio que no todos podemos llegar a sentir y es la decisión más grande que podemos tomar, más aún, cuando somos tan o más imperfectos que aquella persona que creemos dueña de nuestros sentimientos y nuestra voluntad.

La verdadera lucha no está en amar hasta la muerte, sino en seguir amando al finalizar cada día. Vivimos sobre una montaña rusa en la que buscando ser aprobadas nos menospreciamos a nosotras mismas. Permitimos de manera intencional que otros con su necedad nos hieran una y otra vez y en ocasiones impotentes, vemos como se marchita nuestra alma mientras damos vueltas en círculo alrededor de un carrusel en donde estamos lejos de obtener alguna recompensa.

El amor no se exige ni se demanda. El respeto y la confianza son valores inherentes a su naturaleza. Es un regalo que proviene de la honestidad de un corazón sincero, está permeado contra el egoísmo y se fundamenta en la verdad.

Nadar contra la corriente no tiene sentido. Esperar que te amen de la manera que tu amas es un absurdo y definitivamente no puedes obligar a otros a actuar como lo harías tú. La vida es corta y aún sabiéndolo persistimos en nuestra insensatez de buscar amor en donde hay esterilidad y somos obstinados al fijar nuestras expectativas no resueltas como metas principales de nuestra existencia. ¡Que tontería!

Por lo anterior hoy me pregunto ¿Es mejor renunciar, dejar todo atrás, rendirse y no insistir más? ¿Es asertivo no soñar, no creer, no pensar? ¿Es lo ideal arrojarnos al vacío de la profunda soledad? ¿Se puede aprender a ser indiferente a la frialdad a nuestro alrededor y volvernos inmunes a la amargura?

¿Sabes qué pienso? el único amor garantizado es el de Jesús; es un amor a prueba de fallas. No está supeditado a la suma de nuestros aciertos, ni a las equivocaciones acumuladas sistemáticamente en nuestra experiencia diaria; es inmerecido pero aún así Él nos lo ofrece sin esperar nada a cambio.

¿Para qué mendigar amor si ya somos dueñas de uno infinitamente grande?; ¿para qué cumplir los deseos de otros si hay alguien que nos ama tal cual somos?; ¿por qué vivir para cumplir sueños ajenos, aplazando los propios?; ¿para qué esperar que falsas promesas se cumplan si las dadas por el Padre ya se están cumpliendo?; ¿para qué añorar un mejor futuro si hemos dejado de vivir el presente por anhelar aquello que aún no recibimos y no sabemos si nos será concedido?.

Vive cada instante como si fuera el último. Fuiste revestida de fuerza y dignidad por el todopoderoso y por eso, no dudes en defender tus ideales, luchar por tus proyectos personales, proteger tu corazón y cambiar de dirección si al evaluar tus circunstancias éstas añaden más tristezas que alegrías. Jamás olvides que la bendición de Dios no añade tristeza, que no estás sola y que tu propósito nadie puede arrebatártelo. Ama a Dios y ámate sin límites, así llegarás a conocer lo que significa hacerlo sin temores ni decepciones.

“Porque te amo y eres ante mis ojos preciosa y digna de honra”.
(Isaías 43:4b NVI)

Escrito por Lilo de Sierra para www.ConectadosconCristo.com