Es normal que como cristianos o como personas que no conocen de Dios, enfrentemos desiertos o tormentas con mayor o menos intensidad; seamos servidores, líderes o pastores, nadie está exento a pasar por la pulidora de Dios.
Lo llamo así, porque es preciso en esos momentos donde el padre celestial saca lo malo que hay en nosotros, esos pequeños defectos que muchas veces escondemos, o quizás esos pecados que dejamos entrar a nuestras vidas y no nos dábamos cuenta el mal que nos estaban causando en nuestra relación personal con Dios. Es justamente en medio de esas dificultades que Él pone a prueba nuestra fe y nos restaura en las áreas emocionales o sentimentales que han sido quebradas.
Sabemos que un desierto es un lugar que se caracteriza por tener una vegetación pobre y seca debido al clima extremadamente cálido o frío y a la escasez de lluvia. Un lugar donde no hay gente, ni hay plantas que produzcan fruto, es ahí precisamente donde Dios nos quiere llevar para encontrarse con nosotros, sin nadie más, solo tú y El y así tal vez, no escuchemos esa voz audible o no lo veamos, pero la realidad es que El habla a nuestro corazón, su fuego enciende nuestro interior y nuestro profundo ser.
Pero luego volveré a conquistarla. La llevaré al desierto
y allí le hablaré tiernamente.
OSEAS 2:14 NTV
Lo único que puedo decirte es que a mi corta edad, he estado ya en muchos desiertos y sólo gracias a Dios y su infinito amor he tenido las fuerzas para cruzarlos, así que no te impacientes cuando esté ahí, porque seguramente Dios te necesita a solas con El sin los afanes del día y sin distracciones. Alábenlo y denle gracias por que en cada momento Él se pasa de bueno con nosotros y todo lo que nos pasa es para que se cumpla su plan eterno.