Por casualidad escuché dos mujeres de avanzada edad conversar acerca de su vida sentimental; su saludo fue fraternal, hablaron sobre su estado emocional y una de ellas con total vehemencia le contaba a la otra lo mucho que extrañaba a su esposo, sus detalles, su compañía y que hoy sintiéndose más sola que nunca, no sabía si aún tenía oportunidad de ser feliz. Su afirmación final me dejó pasmada, ella dijo “Que tristeza aquellas mujeres que lo tienen y no lo valoran, mientras que otras anhelamos con todas nuestras fuerzas una oportunidad de parte de Dios, de tener un compañero fiel y amoroso que acompañe nuestras vidas”.
Viene a mi mente el siguiente versículo, cuestionándome desde lo más profundo de mi corazón:
“Atrapen a las zorras, a esas zorras pequeñas que arruinan nuestros viñedos, nuestros viñedos en flor”
(Cantares 2:15 NVI)
Había tenido una semana difícil, peleas constantes por bobadas, tensión y distanciamiento entre nosotros, indiferencia y un ambiente tan frío como un témpano de hielo en nuestra intimidad, era la consecuencia de nuestras malas actitudes,
Prudentemente pedí permiso y asustada abandoné aquel lugar. El temor se apropió por un segundo de mi voluntad, claramente podía escuchar la voz de Dios diciéndome a través de las palabras de éstas dos mujeres, que tener a mi esposo junto a mí es una bendición y que al dejarme llevar por mis emociones estaba avanzando a pasos agigantados hacia el abismo de la separación.
Solemos no darle importancia a los pequeños detalles, esas zorras que se encargan de destruir lo que con tanto esfuerzo hemos logrado construir. La sumatoria de continuas faltas de respeto, respuestas automáticas, gritos, actitudes rudas frente a lo que nos molesta, palabras cargadas de sarcasmo, burlas públicas, ausencia de detalles e indiferencia, son pasos en falso que damos al dejarnos llevar de la efervescencia que produce la falta de unidad y que al final se convierten en un gran tsunami que de manera devastadora, arrasa por completo con el amor, la paz y la armonía al interior de tu hogar.
Se requiere de una agilidad casi sobrenatural para lograr atraparlas. Nuestra derrota se da, al utilizar la negación como única arma de defensa. Es necesario retirar la venda de nuestros ojos y darnos cuenta de una vez por todas, que si somos esposas, es porque Dios lo dispuso de esa manera, confiando en que cumpliremos con la misión que nos ha sido encomendada de cuidar, proteger y hacer de nuestra casa un lugar de paz y no de guerra.
¿No te das cuenta que con tu arrogancia y altivez, estás a punto de tirar a la basura tu matrimonio y tu familia?, ¡Reacciona!, no vendas tus bendiciones al mejor postor, por trivialidades que tienen solución con una comunicación fluida en donde la queja, la ´cantaleta´ y las groserías no salgan a relucir, permitiendo que sea el amor el que hable por ti, llevando cautivos tus pensamientos y cediendo con humildad ante las diferencias.
“Al orgullo le sigue la destrucción; a la altanería, el fracaso”.
(Proverbios 16:18 NVI)
Te invito a que en equipo cacemos y demos muerte a aquello que nos impide que nuestros esposos vean en nosotras una fuente de ternura, a luchar por hacer de ellos los hombres más felices del mundo a que reclamemos a una sola voz, nuestra heredad como hijas de Dios, dando un testimonio real que impacte dentro y fuera de nuestros hogares. Apropiémonos del perdón como punto de partida para coger el impulso que necesitamos, para que de la mano del Todopoderoso, podamos celebrar el triunfo sobre el mal. Revistámonos de la fuerza y dignidad que nos ha sido conferida y defendamos lo que nos pertenece con ahínco, habilidad y destreza, como guerreras incansables, para que Dios sea glorificado en nuestro matrimonio y en la bendición más grande que el Señor en su misericordia ha decidido regalarnos, nuestro esposo.
“No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos”.
(Gálatas 6:9 NVI)
Escrito por Lilo de Sierra para www.conectadosconcristo.com