“Alaba, alma mía, al SEÑOR; alabe todo mi ser su santo nombre. Alaba, alma mía, al SEÑOR y no olvides ninguno de sus beneficios.”

(Salmos 103:1 – 2 NVI)

Muchos de nosotros tenemos mascotas que nos alegran el corazón y nos acompañan, o en su defecto alguna vez hemos estado cerca de alguna mascota de algún familiar o amigo. Así como nosotros, nuestras mascotas tienen nombres y por sus comportamientos decimos que tienen cierta personalidad; hay algunos alegres, otros medio cascarrabias y otros algo indiferentes.

Las mascotas más comunes son los perros, seguidos de cerca por los gatos; por lo menos eso nos revelan las estadísticas, sin embargo, hay quienes gustan de los peces dorados y otras personas que prefieren mascotas exóticas como cacatúas, serpientes o iguanas. Lo cierto es que a medida de que pasamos tiempo con estos animalitos, conocemos mejor sus formas de actuar.

Las personas como muchas de las mascotas que habitan en sus casas tienen diferentes comportamientos, pero los comportamientos que queremos analizar tienen que ver con DIOS; no recuerdo dónde escuché esto, pero quiero compartirlo porque creo que tiene mucho de verdad: hay personas que tienen alma de “perros” y otras que tienen alma de “gatos”.

Quienes tienen alma de perros piensan que si alguien les cuida, les alimenta, los acompaña, está pendiente de lo que hacen y les da regalos, este ser maravilloso debe ser DIOS; supongo que ellos temen a ese ser porque saben de su superioridad, pero también le aman, profundamente y agitan su alma y sus colas cuando le sienten cerca.

Quienes tienen almas de gatos piensan todo lo contrario, de ahí que los perros y los gatos no se lleven bien, ellos piensan que si hay alguien que les cuida, los alimenta, los acompaña, está pendiente de ellos y les da regalos, ellos son dioses, la vida les debe todo por adornar el mundo con sus resplandecientes vidas.

El punto no es que nos comparemos con mascotas, sino que tengamos en cuenta nuestra forma de ver a DIOS y cómo nos relacionamos con ÉL, pienso que lo más importante es darnos cuenta cuál es nuestra posición en el mundo, además de reflexionar sobre cuál es nuestra afinidad con DIOS, cuál es nuestro propósito.

Debemos saber que DIOS no es un genio al que le pedimos deseos sin límites, SEÑOR dame esto, dame aquello; ÉL no vive para nosotros, nosotros vivimos para ÉL. Creo que esa idea hace la diferencia de cómo le vemos y qué actitud debemos tomar cuando nos le acercamos y alimentamos una relación con ÉL.

Nosotros hemos sido creados para adorar, es decir nuestro propósito es honrar a un DIOS que a pesar de su divinidad, inmensidad y soberanía, busca a su creación, busca a sus hijos, porque disfruta de su compañía. DIOS no quiere que le adoremos para alimentar su ego, ÉL es un padre que quiere sentir las caricias y las risas de sus hijos.

Muchas veces he pecado y me he sentido culpable, pero también he experimentado la misericordia de DIOS; pienso en cada nuevo día como una oportunidad que me da el SEÑOR para seguir adelante, para evolucionar y madurar como su hijo, para luchar y buscar la santidad, para prosperar en todo sentido y de esta manera tener frutos que compartir con otro hijos suyos.

Quiero ser un perro, me veo como un cachorro que ve acercar a su dueño y siente que su corazón se inunda de alegría, que le teme, pero que al mismo tiempo le ama y entiende que existe una conexión muy fuerte entre los dos; más allá de un hueso, más allá de caricias y juegos, más allá de besos y mismos, hay una conexión de espíritus tan poderosa y profunda como el mar.

Escrito por Mr. Cesos para www.conectadosconcristo.com