“Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará. Hará que tu justicia resplandezca como el alba; tu justa causa, como el sol de mediodía”.
(Salmos 37:5-6 NVI)
Somos conscientes de que vivimos en un mundo en donde sobreabunda la maldad. Vemos como aquellos que siendo necios, prosperan y son felices y otros que entre más procuran hacer bien las cosas, más dificultades tienen.
Tener fe no es fácil, porque es creer que lo que aun no recibimos, en algún momento será concedido por Dios, lo merezcamos o no y es esa verdad lo que nos lleva a confiar y creer en un Dios que jamás llega tarde y que es capaz de sorprendernos con mucho más de lo que deseamos.
Que no lo sientas o no lo veas, no significa que Él permanezca inerte frente a tus necesidades. Él está obrando por tu bienestar y crecimiento en todas las áreas de tu existencia. Si han sido injustos contigo, hará justicia; si has estado en último lugar, te pondrá en el primero; todo conforme a su soberanía, voluntad y en respuesta a tu obediencia.
¡Sí! tendremos que ceder en muchas cosas. Dejar atrás la queja, el orgullo, la soberbia y la arrogancia. Es imposible recibir bendiciones ofendiendo al Señor con nuestra rebeldía, sin demostrar muestras de un cambio radical en nuestro comportamiento. Cuando modificamos nuestra conducta a una que le agrade totalmente, recibiremos con toda seguridad una recompensa eterna que nadie podrá arrebatarnos.
Oremos
Padre amado, has que tu luz de justicia resplandezca en mi vida por siempre y para siempre. Necesito sentirte en cada decisión que deba tomar. Espero confiada entre tus brazos, el cumplimiento de mi propósito. Que mi obediencia a tus preceptos sea el aceite que mantenga mi lámpara encendida. Te amo y te necesito. En el nombre de Jesús y bajo la unción de tu Santo Espíritu, amén.