“En el monte Sinaí el SEÑOR le ordenó a Moisés 2 que les dijera a los israelitas: «Cuando ustedes hayan entrado en la tierra que les voy a dar, la tierra misma deberá observar un año de reposo en honor al SEÑOR. 3 Durante seis años sembrarás tus campos, podarás tus viñas y cosecharás sus productos; 4 pero llegado el séptimo año la tierra gozará de un año de reposo en honor al SEÑOR. No sembrarás tus campos ni podarás tus viñas; 5 no segarás lo que haya brotado por sí mismo ni vendimiarás las uvas de tus viñas no cultivadas. La tierra gozará de un año completo de reposo. 6 Sin embargo, de todo lo que la tierra produzca durante ese año sabático, podrán comer no sólo tú sino también tu siervo y tu sierva, el jornalero y el residente transitorio entre ustedes. 7 También podrán alimentarse tu ganado y los animales que haya en el país. Todo lo que la tierra produzca ese año será sólo para el consumo diario.” Tenemos una tierra prometida que conquistar. Hemos iniciado un proceso en el que el Señor, ha ido moldeando poco a poco nuestro carácter: las pruebas en el desierto emocional, financiero, familiar, laboral y espiritual han cumplido su propósito y lo que en un principio no entendíamos porqué sucedía o porqué permitía el Señor que pasáramos por aquello, se nos ha sido aclarado; conocemos que nuestra fe y confianza en Dios es probada, adquirimos una fuerza sobrenatural, ya no tenemos miedo, conocemos quien es nuestro Dios el Señor de Señores, Todopoderoso, dueño de todo en ésta tierra, nuestro Padre, el que todo lo puede, que nos ama, el que de lo peor que había en nuestro corazón, ha hecho cosas asombrosas y hoy, emana de nuestro interior una luz que brilla aún en momentos de dificultad. Sí, después de la tormenta viene la calma, tranquilidad, total armonía, tiempo en el que recargamos nuevas fuerzas, para iniciar una nueva cosecha de abundante paz. Ya no estamos solos, tenemos quién libre por nosotros las batallas de la vida. Entendemos que TODO, lo bueno y lo malo, cumple un plan divino y dependemos 100% de Dios en toda circunstancia. A esto que les he mencionado fuimos llamados, a disfrutar de grandes bendiciones, a no desviar nuestra mirada, a mantenernos fieles y firmes en el Señor, a ser hijos consentidos, a soltar nuestras cargas, preocupaciones y problemas, para que sea nuestro Padre quien tome mayordomía y soberanía sobre esos asuntos, atendiendo ese llamado, segaremos libertad, perdón, redención y vida eterna junto a Él. Doy gracias Padre amado, porque si no hubiera tenido la oportunidad de atravesar los desiertos que he tenido que enfrentar, no tendría hoy un fruto que segar. Estaré siempre agradecido(a) contigo, por incluirme en tus planes, por llenar mi vida de una paz sobrenatural, porque hoy puedo ver con claridad tu propósito en mí. No puedo esperar más para conquistar mi tierra prometida, por reclamar mi derecho sobre ese terreno fértil en el que habitas tú, para dar sentido a mi existencia para siempre. Declaro que dependo de ti y solo de ti, dueño y Señor de TODO lo que hay en el mundo, en el nombre de Jesús, me revisto de tu gracia y misericordia, amén y amén.Texto Bíblico
Levítico 25: 1-7 (NVI)
El año sabático
Reflexión
Conquistando la tierra prometida
El Shabat o año sabático, ordenaba que al cabo de seis años de trabajo, se diera libertad a los esclavos israelitas. En ese sexto año, la tierra sería tan productiva y fértil, que daría la provisión necesaria para que durante el año siete, el pueblo pudiera entrar en el reposo del Señor, sin tener privaciones de ninguna clase. Durante ese tiempo, no se cultivaría nada.
Oremos