*Rut era una joven de 28 años de edad. Era madre de tres hermosos niños, una esposa ejemplar, una hija que velaba  y ayudaba a sus padres; toda una mujer trabajadora. Llevaba la palabra de Dios a jóvenes quienes vivían a horas del lugar donde residía y nunca se le escuchaba quejarse como a otros. Una tarde, mientras iba a casa de una anciana pareja para prepararles la cena un vehículo embistió su cuerpo dejándola sin vida en el acto.

*Carmen era otra mujer cristiana de buen testimonio, era esposa y madre de tres varones y una hermosa jovencita de tan solo 14 años. Ella había luchado arduamente con un tumor cerebral y sido operada al punto en que su recuperación era un aparente éxito. Un domingo, mientras estaba en la iglesia ayudando se sintió muy cansada y se fue a descansar a una habitación contigua. Ella durmió y no volvió a despertar.

La muerte parece ser una fatal mensajera del destino que nos aguarda a todos. Llega sin previo aviso y aun cuando se le siente cerca no se espera que su visita se cumpla. Vivimos tan ocupados planeando nuestro futuro y metas por lograr que nunca la consideramos como real. Irónicamente, todos sabemos que en algún momento tendremos que tomar el tiempo para morir mas no queremos pensar en ello. Si  bien sabemos cuándo nacemos, no tenemos certeza de cuando moriremos, no obstante, creemos que es un destino muy lejano por el cual no debemos preocuparnos en la actualidad.

En mi vida, quizás no tan larga en comparación con la vida de otras personas, he reflexionado sobre muchas cosas pero la muerte (siendo sincera) no encabezaba la lista. Las cortas historias que al inicio de este escrito aparecen, son solo dos experiencias que tuve recientemente en un lapso menor de 12 días. A mis oídos llego la triste noticia, una tras otra, de hermanos y amigos a quienes ya no volvería ver puesto que su paso en esta tierra había terminado. Me sentía perpleja y confundida.

Siempre que pensamos en la muerte imaginamos a alguien que ya ha vivido una larga vida, ya ha visto sus nietos y bisnietos crecer, o estuvo enfermo por mucho tiempo y finalmente descansa. Sin embargo, no fue esa la experiencia que tuve. Vi familias, destrozadas que enterraban a sus seres queridos a quienes consideraban que aún les quedaba mucho por vivir, preguntándose el por qué Dios permitía que éste tipo de cosas sucediesen.

Mentiría si digo que por mi mente no pasaron las mismas preguntas, pero en medio  de mi confusión decidí acudir a quien posee todas las respuestas y a donde encuentro refugio y consuelo en momentos difíciles, a Dios y a su Palabra; y me topé con el siguiente versículo:

“4 Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.”
Apocalipsis 21:4

Muchas veces pensamos, en medio de nuestro dolor, que Dios es  malo por permitir que nuestros parientes y amigos mueran súbitamente o se enfermen. Nos enfocamos tanto en el ahora que no vemos que esta vida en como la describe Santiago 4:4b “Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.” Que hay más allá de lo que nuestros ojos ven y que no es en esta vida que hay que poner nuestra esperanza.

Con esto no digo que esté mal llorar a quienes ya no están con nosotros o que debemos reaccionar de forma indiferente ante las enfermedades que aquejan a quienes no rodean. El mismo Jesús mostró su dolor durante la muerte de lázaro (Juan 11:35). Pero podemos ser consolados por Dios ya que, como cristianos, nuestra esperanza está en nuestro Señor Jesús y en su promesa de que así como el murió y resucitó de entre los muertos; así nosotros también volveremos a vivir junto a Él donde ya no hay llanto, ni muerte, ni enfermedad, ni tristeza.

Escrito por Raquel Roa para www.conectadosconcristo.com