“Refrena tu enojo, abandona la ira; no te irrites, pues esto conduce al mal”

(Salmo 31:8 NVI)

Vivimos en una sociedad en donde se considera como un tonto a aquel que decide poner la otra mejilla. Muy a menudo tenemos contacto con personas que retan nuestra paciencia y nos llevan al límite, exigiéndonos agilidad para elegir el tipo de respuesta que daremos a sus provocaciones.

Dios nos enseña en su palabra que para todo hay un tiempo oportuno y que callar es de sabios. El enojo, la irritabilidad y nuestras reacciones automáticas no son el mejor preámbulo para solucionar nuestros conflictos. Logramos mejores resultados cuando nuestras conversaciones se revisten de un aire de conciliación y somos mucho más asertivos cuando ponemos sobre la mesa nuestros puntos de vista rodeados de un ambiente en donde se deja fuera el orgullo y el egoísmo.

Tener la razón de ninguna manera puede comprometer nuestro testimonio. No se trata del qué dirán, sino de ser coherentes. Cuando nos dejamos llevar por la ira, le damos lugar a la violencia, a hacerle daño al otro con los dardos que salen de nuestra boca, maldecimos con o sin justificación a quien ha enardecido nuestro carácter y lo anteriormente mencionado, no refleja a Cristo quien es el fundamento de nuestra fe.

Nuestras palabras deben estar motivadas en el amor para edificar a quienes nos rodean. Debemos evitar el permitir que salgan de nuestra boca palabras corrompidas o destructivas. Es mejor entregarle al Señor toda carga y dejar que Él nos defienda. Al final, la verdad saldrá a la luz y si hemos hecho las cosas de acuerdo a su voluntad. Él no fallará.

Oremos

Dios de mi vida y mi corazón decido apropiarme del dominio propio que me has concedido. Clamo a ti Señor, para que el poder de tu Santo Espíritu sea quien guíe mis acciones y reacciones. Limpia mi corazón de emociones como la ira, el odio y el resentimiento. Transfórmame en una persona más amorosa, tierna y respetuosa con las personas a mi alrededor. Te bendigo y te necesito, en el nombre de tu hijo amado Jesús, amén y amén.