Texto bíblico

Génesis 25:12-34 NVI Descendientes de Ismael «12 Ésta es la descendencia de Ismael, el hijo que Abraham tuvo con Agar, la criada egipcia de Sara. 13 Éstos son los nombres de los hijos de Ismael, comenzando por el primogénito: Nebayot, Cedar, Adbel, Mibsán, 14 Mismá, Dumá, Masá, 15 Hadar, Temá, Jetur, Nafis y Cedema. 16 Éstos fueron los hijos de Ismael, y éstos los nombres de los doce jefes de tribus, según sus propios territorios y campamentos. 17 Ismael vivió ciento treinta y siete años. Al morir, fue a reunirse con sus antepasados. 18 Sus descendientes se quedaron a vivir en la región que está entre Javilá y Sur, cerca de Egipto, en la ruta que conduce a Asiria. Allí se establecieron en franca oposición a todos sus hermanos. Nacimiento de Jacob y de Esaú 19 Ésta es la historia de Isaac, el hijo que tuvo Abraham. 20 Isaac tenía cuarenta años cuando se casó con Rebeca, que era hija de Betuel y hermana de Labán. Betuel y Labán eran arameos de Padán Aram.21 Isaac oró al SEÑOR en favor de su esposa, porque era estéril. El SEÑOR oyó su oración, y ella quedó embarazada. 22 Pero como los niños luchaban dentro de su seno, ella se preguntó: «Si esto va a seguir así, ¿para qué sigo viviendo?» Entonces fue a consultar al SEÑOR, 23 y él le contestó: «Dos naciones hay en tu seno; dos pueblos se dividen desde tus entrañas. Uno será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor.» 24 Cuando le llegó el momento de dar a luz, resultó que en su seno había mellizos. 25 El primero en nacer era pelirrojo, y tenía todo el cuerpo cubierto de vello. A éste lo llamaron Esaú. 26 Luego nació su hermano, agarrado con una mano del talón de Esaú. A éste lo llamaron Jacob. Cuando nacieron los mellizos, Isaac tenía sesenta años. 27 Los niños crecieron. Esaú era un hombre de campo y se convirtió en un excelente cazador, mientras que Jacob era un hombre tranquilo que prefería quedarse en el campamento. 28 Isaac quería más a Esaú, porque le gustaba comer de lo que él cazaba; pero Rebeca quería más a Jacob. 29 Un día, cuando Jacob estaba preparando un guiso, Esaú llegó agotado del campo y le dijo: 30 —Dame de comer de ese guiso rojizo, porque estoy muy cansado. (Por eso a Esaú se le llamó Edom.) 31 —Véndeme primero tus derechos de hijo mayor —le respondió Jacob. 32 —Me estoy muriendo de hambre —contestó Esaú—, así que ¿de qué me sirven los derechos de primogénito? 33 —Véndeme entonces los derechos bajo juramento —insistió Jacob. Esaú se lo juró, y fue así como le vendió a Jacob sus derechos de primogénito. 34 Jacob, por su parte, le dio a Esaú pan y guiso de lentejas. Luego de comer y beber, Esaú se levantó y se fue. De esta manera menospreció sus derechos de hijo mayor».

Reflexión

Derechos de nacimiento La historia de Sara se repite en Rebeca, a causa de su esterilidad, como si esa imposibilidad o los inconvenientes suscitados a lo largo del embarazo fueran el anuncio divino del milagro de la vida, el cual cumpliría un propósito especial dentro del plan del Señor para él en ésta tierra. La oración de Isaac, como la de muchos padres que anhelan la bendición de una familia, tuvo que ser intensa, muestra de persistencia en clamar e implorar a Dios por ello, porque pasaron cerca de 20 años desde que Isaac se casó con Rebeca, hasta que ella quedó embarazada. Las mujeres que hemos tenido la oportunidad de sentir a nuestros bebés en el vientre, sabemos que es una sensación indescriptible y maravillosa y Rebeca, no lo vio así. Dios la había salvado de su esterilidad, había respondido una larga oración que traería felicidad a su hogar pero lo que debía ser una bendición estaba siendo una tortura para ella, al punto que quería morir, pero en medio de esa dificultad, ella hizo lo que se debe hacer: preguntarle a Dios. Cuando se presentan problemas o dificultades en la vida, en lugar de deprimirnos, quejarnos o lamentarnos, debemos tratar de averiguar qué nos quiere enseñar Dios a través de esa situación. Nacen sus bebés. Tiene 2 hijos, totalmente diferentes entre sí, en aspecto, habilidades y personalidad, cada uno con una misión distinta, y en efecto, la rivalidad que los caracterizó desde el vientre de su mamá, se mantuvo durante su crecimiento. El conflicto entre Esaú y Jacob, representa la lucha a la que nos vemos enfrentados día a día entre lo carnal y lo espiritual. Esaú, representa la carnalidad y Jacob, la espiritualidad. Como padres, cometemos el error de generar rivalidad en el corazón de nuestros hijos a causa de nuestros favoritismos; con esto, los guiamos a emprender un camino de destrucción, en el que el plan de vida trazado por el Señor para cada uno de ellos, se ve obstaculizado por las decisiones tomadas basadas en el criterio de lo emocional, más que en darle el honor y la honra al creador. Es importante, darles a entender a nuestros hijos, que como hermanos, deben mantenerse unidos, respetarse, amarse, que son especiales y únicos para Dios, cumplidores de un propósito específico para cada uno de ellos. Sus habilidades, destrezas y personalidad, son la marca del Señor en sus vidas, se constituyen como las herramientas e instrumentos, para que la promesa impresa en ellos desde su nacimiento se cumpla a cabalidad. La competencia entre ellos y más la desleal, carece de sentido, cuando se entiende lo anteriormente dicho y como las personas designadas por el Señor, para guiarlos y orientarlos en éste mundo, tenemos la responsabilidad de afirmar en ellos de manera digna e íntegra, su identidad y posición en el reino de Dios.

Oremos

Amado padre, gracias por concederme la bendición de ser mamá o papá y por la responsabilidad que hoy me das de guiar en paz y amor, la vida de mis hijos. Me siento orgullosa (o) de tal honor, porque ellos son reflejo de lo que hay en mi corazón. Límpialos completamente, renueva su mente, fortalécelos y llénalos de tu Santo Espíritu en toda circunstancia que enfrenten. Señor, hoy bendigo sus vidas y ruego tu respaldo en todo lo que ellos emprendan. No permitas que crezcan en medio de un ambiente de rivalidad, disensión, rebeldía o división, permíteles disfrutar de una vida que se glorifique en tí, en el nombre de Jesús, Amén.