“Así que podemos decir con toda confianza: «El Señor es quien me ayuda; no temeré.

¿Qué me puede hacer un simple mortal?»”

(Hebreos 13:6 NVI)

 

No puedo evitar sentirme impotente al ver que la cobardía de una mujer puede hacer tanto daño a la humanidad de muchas personas a nuestro alrededor. A veces, abogamos por un poco de sensatez y es imposible recibirla de alguien que no tiene el más mínimo conocimiento de lo que Dios espera de ella; pero a pesar de mi rabia, Gina es una hija de Dios como yo y es un ser humano susceptible a fallar y a tomar malas decisiones cuando es la cobardía su guía y su lugar de reposo.

Hace dos años escribí “Atrapada en una mentira” un artículo en el que narraba paso a paso mi experiencia como resultado de una perversa práctica médica. Hoy puedo confirmar que muchas mujeres hemos sido víctimas de desalmados sin temor de Dios, que utilizan no solo nuestra fe, sino también nuestras debilidades para su beneficio personal y económico. A todas ellas les digo, que cuando es Dios quien va frente a nosotras, no hay nada ni nadie que pueda detenernos y no existe en ésta tierra quien se haya atrevido a hacerle daño a sus niñas consentidas y quede impune.

No sé si lo disfrutan y en mi caso personal no he visto el rostro de la maldad cuando termina su obra, porque dormida en un quirófano a merced de mi victimario era imposible, pero sí logro imaginarme su aire de satisfacción por el deber cumplido, un alma menos en ésta tierra, una tristeza en el corazón de quienes ven frente al espejo su imagen distorsionada a causa de una deformidad, familias destruidas o la decepción de ver que su engaño brindó los frutos que esperaba; lo que sí puedo asegurar, es que el enemigo vencido está, y que aunque se esfuerce por hacernos sentir que estamos solas y no tenemos el respaldo de las autoridades que fueron puestas por él para protegernos en la tierra, tenemos la firme convicción que aquel que nos creó  es mucho más grande, fuerte y poderoso.

En su amor, Él nos perdona y libra la batalla por nosotros; es nuestro psicólogo, abogado, cirujano reconstructivo, nuestro amigo fiel, nuestro confidente y nuestro libertador, no necesitamos a nadie más, porque cuando decide apersonarse de una situación específica no abandona la obra que ha iniciado en nosotras.

Hoy somos más fuertes que ayer, amamos en lo que nos hemos convertido, mujeres luchadoras que valoramos cada segundo de vida que tenemos y nuestra confianza en nosotras mismas está mucho más fortalecida y ansiosa por ver lo que vendrá más adelante, sin sentimientos de rencor, venganza y resentimiento, porque cuando le dejamos hacer  a Él su parte esperando con paciencia, tarde o temprano seremos reivindicadas.

“No prevalecerá ninguna arma que se forje contra ti; toda lengua que te acuse será refutada. Ésta es la herencia de los siervos del Señor, la justicia que de mí procede —afirma el Señor —”.

(Isaías 54:17 NVI)

Escrito para www.conectadosconcristo.com