“29 A medianoche el SEÑOR hirió de muerte a todos los primogénitos egipcios, desde el primogénito del faraón en el trono hasta el primogénito del preso en la cárcel, así como a las primeras crías de todo el ganado. 30 Todos en Egipto se levantaron esa noche, lo mismo el faraón que sus funcionarios, y hubo grandes lamentos en el país. No había una sola casa egipcia donde no hubiera algún muerto. 31 Esa misma noche mandó llamar el faraón a Moisés y a Aarón, y les ordenó: «¡Largo de aquí! ¡Aléjense de mi pueblo ustedes y los israelitas! ¡Vayan a adorar al SEÑOR, como lo han estado pidiendo! 32 Llévense también sus rebaños y sus ganados, como lo han pedido, ¡pero váyanse ya, que para mí será una bendición!» 33 El pueblo egipcio, por su parte, instaba a los israelitas a que abandonaran pronto el país. «De lo contrario —decían—, ¡podemos darnos por muertos!»34 Entonces los israelitas tomaron las artesas de masa todavía sin leudar y, luego de envolverlas en sus ropas, se las echaron al hombro. 35 Después, siguiendo las instrucciones que Moisés les había dado, pidieron a los egipcios que les dieran objetos de oro y de plata, y también ropa. 36 El SEÑOR hizo que los egipcios vieran con buenos ojos a los israelitas, así que les dieron todo lo que les pedían. De este modo los israelitas despojaron por completo a los egipcios.» Constantemente se escucha que hasta no tocar fondo, no fijamos la mirada en el cielo. Cuando más alejados hemos estado de Él, cuando más hemos endurecido el corazón frente a lo que nos exige, es cuando nuestras pruebas se han hecho más duras, porque es necesario que en medio del proceso, entendamos que sin Él nada somos. Quizás, te sientas estancado y estés viviendo la misma dificultad una y otra vez y no veas cambios significativos en esa situación que te agobia. Oras, clamas, pides, pero tu oración pareciera que no pasa del techo de la casa, porque todo permanece igual. Te hundes en la desesperación, angustia y tristeza cada vez más y te preguntas por qué te suceden todas esas cosas por las que sufres. Te miras al espejo y reflexionas sobre cómo han sido tus actitudes frente a cada circunstancia, sobre cómo ha sido tu reacción y te das cuenta que le das más importancia a lo que te hace falta y no a lo que Dios te ha concedido, que dedicas más tiempo a las cosas del mundo, que a fortalecer tu relación con Él, lo alabas con tu boca pero no con tu corazón y tu obediencia es a conveniencia y no por convicción. Entenderás, porque sigues en el círculo vicioso del fracaso espiritual al que te expones cada día. Dios nos exige obediencia en TODAS las áreas de nuestra vida, conocemos a profundidad en qué fallamos y sabemos qué debemos cambiar para ser agradables a sus ojos. No podemos esperar sus bendiciones, una respuesta oportuna e inmediata a nuestras oraciones, si lo buscamos como si fuera el banco de turno, el bombero para apagar nuestros incendios diarios, o lo tratamos como un empleado que debe darnos lo que le pidamos sin estar dispuestos a sacrificar aquello que en nuestra carne le ofende y nos aleja de ser cumplidores de su plan divino. Fuimos creados para amarlo, alabarlo, respetarlo, obedecerlo y depender 100% de Él. No tienes que buscar a nadie más sino a aquel que puede cambiar el rumbo de tu vida. Rinde tu orgullo totalmente a Él y entiende de una vez por todas que no podrás conquistar la tierra prometida en tus propias fuerzas, lo necesitas a Él para poder disfrutar de ella. Señor, estoy desesperado(a), hay momentos en donde quisiera bajar los brazos y no luchar más. Gracias, porque en medio de mi debilidad te fortaleces en mí, gracias por no dejarme solo(a) en ésta lucha, por permanecer a mi lado y sostenerme cuando las fuerzas me han abandonado. Perdóname por creerme Dios, por pensar que puedo solo(a) con mis problemas y por invalidar con mi queja lo que has hecho por mí. Hazme un radical que te obedezca sin preguntar por qué debo hacerlo y ayúdame a confiar plenamente en tu poder para cambiar mis circunstancias. Te entrego mi corazón por siempre y para siempre. En el nombre de tu hijo amado Jesús y bajo el poder del Espíritu Santo, Amén.Texto Bíblico
Éxodo 12: 29 – 36 NVI
Muerte de los primogénitos egipcios
Reflexión
El poder de la fuerza
Fácilmente, el Señor se hubiera podido evitar tantos inconvenientes con el Faraón si así lo hubiera querido. Pudo haber tocado su corazón, para que accediera a las peticiones de Moisés y Aarón desde un principio, sin embargo, su plan y su propósito, requerían que en su despliegue de poder no quedaran dudas de que Él era más poderoso que cualquier dios, que no había nada que el hombre pudiera hacer sin depender de Él, aún en la muerte tenía poder de decisión.
Oremos