El privilegio de servir

Servir al Señor es un privilegio. Es una recarga de amor para nuestra alma y corazón. Requiere compromiso, dedicación, responsabilidad, honestidad y disposición para morir a nuestro orgullo y enfocar nuestros esfuerzos en ayudar, animar, exhortar y trabajar para otros que lo necesitan.

Lo hacemos para agradar a Dios, no para ganar indulgencias. Tenemos la falsa idea de que el servicio a Dios se limita a las cuatro paredes de una iglesia. Nos negamos a actuar justificando esa falta de disposición con el trabajo, los hijos, el tiempo y otras razones; sin embargo, omitimos deliberadamente el hecho de que desde que te levantas hasta el final del día, tienes la oportunidad para cumplir con esa tarea que el Señor te ha confiado.  

Teniendo en cuenta lo anterior, agradas a Dios cuando preparas alimentos para tu familia, ayudas a tu esposa a sacar la basura, asistes las tareas de tus hijos, llamas a tus padres para decirles cuanto los amas, sacas a tu mascota a pasear en un parque, agradeces al conductor del servicio público por detenerse para que puedas trasladarte a tu trabajo, realizas tus tareas con diligencia, respondes con amabilidad las demandas de tus compañeros de trabajo, intercedes en oración por tus amigos y enemigos y cuando cumples tus compromisos con el ministerio al cual fuiste asignado en tu iglesia.

Rendirle alabanza a Dios con tu servicio es un acto de gratitud por todo lo que el Señor hace y ha hecho en tu vida. Requiere humildad, obediencia y respeto hacia lo que significa su nombre. Implica actuar con alegría, porque si te causa tristeza lo realizarás enojado, quejoso y con una carga emocional negativa que obstaculiza tu comunión con el cielo.

Bendice, ama y agradece a Dios y Él será fiel contigo en todo momento y lugar. Construye una relación ganar – ganar a diario. Siembra lo bueno, para cosechar lo mejor. Todo depende de tu actitud y nadie ni siquiera Dios, puede hacer por ti, lo que debes hacer por ti mismo.

Alabanza sugerida

Canción: Soy soldado – Alex Campos

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Señor, ponme en el lugar en el que necesitas de mis talentos para bendecir a otros. Úsame aun en mi imperfección y debilidad. Dame la sabiduría para actuar con diligencia. Hazme sal y luz dondequiera que vaya. Gracias por ver lo mejor de mí, por tener en cuenta mis esfuerzos y no despreciarme por mis fallas. Gracias por perdonarme. En el nombre de Jesús me comprometo contigo a servir con disposición de corazón en mi casa, en la calle, en mi trabajo y en mi iglesia. Te amo Jesús. Amén.