“Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”. Isaías 26:3 RVR1960

            Es asombroso cuanto conforta al alma un pasaje bíblico en tiempos de crisis. La cita mencionada se ha convertido en el consuelo que cubre mi alma y la de quienes me rodean en tiempos de dificultad. No es para nadie una noticia nueva lo que sucede en Venezuela; incluso ya es tan sonada que muchos lo ven como común o no tan importante. No es de extrañar que sea visto de tal manera mas, para quienes aún residen dentro de esta tierra hermosa, día a día se ve marcado por un nuevo suceso que nos deja entre confiar en Dios o huir en el intento.

            Algunos recordarán el corte eléctrico (o Mega Apagón, como lo bautizamos los venezolanos) ocurrido en marzo de este año. Un hecho sin precedentes. Aproximadamente 106 horas continuas (variando en los diferentes estados) sin un rayito de electricidad y con la magna incertidumbre de lo que depararía el futuro. La gente corría desesperada en busca de agua, gas, hielo y alimentos, tal como en las películas de sobrevivientes que tanto nos cautivan. Con impotencia veía como mis vecinos y hermanos tenían que regalar la poca comida que con mucho esfuerzo habían comprado pues temían se echase a perder. Fueron días y noches oscuros; el desanimó nublo la vista de muchos corazones, incluyendo el mío.

Caminaba por una avenida camino a casa escuchando como en cada esquina presagiaban cosas peores; incapaz de siquiera levantar la mirada o proferir palabra alguna seguí caminando preguntándole a Dios qué sería de mi familia y mis hermanos. De repente, como un rayo atravesó mi mente: Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Traté de hacer memoria si alguien me había citado ese verso esos días pero no, no lo había leído o escuchado en boca de nadie. En mi corazón pronto supe que era un aliento enviado de Dios para animarme, una gota pequeña pero cargada que revivió el sequedal que había en mi alma.

¿Cuántas veces has considerado que lo que vives no tiene salida y que tu problema consumirá por completo tus fuerzas? Todos vivimos desiertos y cada uno con un nombre diferente. Puede que tu desierto se llame “divorcio”, “bancarrota”, “soledad”, “decepción”; el nombre no es lo más importante, sino el Dios que nos puede socorrer y dar la fortaleza necesaria para permanecer; si lo llamas, el responde, si lo buscas, lo encuentras (Salmos 31:2). Su nombre es Jesús, y espera que dejes de confiar en tu capacidad y pongas tu mirada y fe Él. ¿Qué esperas? En cuanto a mí, Él no me dejo desfallecer, me sostuvo junto con mi familia y hermanos y lo sigue haciendo. Cree en su Palabra hoy.

“Encomienda a Jehová tu camino,Y confía en él; y el hará” Salmos 37:5 RVR1960

Escrito por Raquel Roa para www.conectadosconcristo.com