“Dios no es un simple mortal para mentir y cambiar de parecer. ¿Acaso no cumple lo que promete ni lleva a cabo lo que dice?.”

(Números 23:19 NVI)

En el año 2019 tuvimos la oportunidad de visitar The Billy Graham Library en Charlotte Carolina del Norte, horas previas habíamos tenido un altercado con los recepcionistas de un hotel, quienes por ser latinos y no hablar inglés, nos negaron su guía frente al error de nuestra reserva en booking. Frustrada y con mucho temor entramos a aquel lugar, pero contrario a cualquier predisposición que pudiera tener, fue la experiencia más espectacular que he podido experimentar en mi vida.

Desde que entramos hubo derroche de amabilidad. Por un milagro celestial, los colaboradores de la librería nos hablaban en inglés e inexplicablemente nosotros entendíamos su mensaje; era casi imposible contener mis impulsos de compras compulsivas de libros, detalles con mensajes cristianos y una gigante cruz de madera con la que insistía debía viajar de regreso a Colombia, todo lo anterior, con la mirada perpleja de un esposo viendo a su esposa antojarse de cosas aparentemente innecesarias, como si fuera una niña observando sus juguetes favoritos.

En una de las vitrinas del museo con el que se recuerda la actividad evangelística de Billy Graham durante su vida, se encontraba una biblia con Jeremías 1:7 especialmente resaltado: “Pero el Señor me dijo: «No digas: “Soy muy joven”, porque vas a ir adondequiera que yo te envíe, y vas a decir todo lo que yo te ordene. No le temas a nadie, que yo estoy contigo para librarte». Lo afirma el Señor” al leerlo, Dios confirmó mi llamado y la alegría que sentí en ese momento, aún hoy la vivo al escribir estas cortas letras; me encomendó compartir sus enseñanzas, hablar de Él y sus proezas a quienes no lo conocen y a dar testimonio de su poder en mi vida, donde quiera que yo vaya.

Convencida de lo que debía hacer, volvimos a nuestro país con grandes expectativas de trabajo para el Señor. Habíamos organizado varios seminarios para dar a conocer mi primer libro “Cartas de un alma Restaurada” pero todos esos planes quedaron en pausa, con la llegada de la pandemia.

Fueron 2 años de esterilidad espiritual. Reactivamos nuestro programa radial “Matrimonios conectados con Cristo” y como si fuera una mala premonición, nuestro matrimonio entró en crisis. En medio de mi depresión, pensamientos de suicidio, voces en mi cabeza que me insistían que debía divorciarme y una relación fracturada con mis hijas, no lograba conectar con Dios, no podía orar, no lograba concentrarme al leer la Biblia, escuchar música de alabanza era abrumador, no escribí, no grabé video alguno; en fin, me sentía atada a un lugar oscuro, impedida, totalmente frágil y expuesta a la muerte.

Después de un proceso intenso de sanidad interior, acompañamiento constante de nuestros líderes en la iglesia, terapias con dos psicólogas distintas y un arrepentimiento sincero por negociar mi propósito, mi vida, mi familia y mi matrimonio con el enemigo, hoy puedo declararme victoriosa y digna de retomar lo que Dios quiere para mi.

Neil Anderson hace referencia a las metas santas y los deseos santos. Las metas santas hacen referencia a los propósitos de Dios para cada uno de nosotros. Su cumplimiento no depende de otras personas ni de las circunstancias y van mucho más allá de nuestras habilidades. Somos nosotros los únicos responsables de bloquearlas, volverlas inciertas o imposibles. Los deseos santos, son aquellos que dependen de la colaboración de terceros o del éxito de acontecimientos o circunstancias favorables que no podemos controlar.

No debemos fundamentar nuestro valor o el éxito personal en los deseos santos. No podemos dirigir o controlar a las personas o las circunstancias para manipular la realización personal que creemos necesitar. Nos enojamos cuando nos enfrentamos a innumerables obstáculos generados por la incapacidad de otros de alinearse a nuestros proyectos y perdemos de vista que son nuestros y no de ellos.

Permití que mis metas santas se convirtieran en deseos santos y culpé a otros por mi inestabilidad cuando la única responsable de haber guardado mi llamado en un cajón era yo misma. Si estás viviendo algo similar, si has aplazado una y otra vez eso que Dios te dijo que debías emprender, si piensas que no eres digno para servir al reino, si conversas abiertamente con el enemigo sobre tus decisiones y has decidido bajar el volumen a la voz de Dios, es hora de rectificar tu camino y permitirle a Él glorificarse en tu vida.

Es importante que entiendas que no debes poner tu confianza en seres mortales que seguramente te fallarán y decepcionarán. Vale más aferrarse a la palabra de Dios con la seguridad de que Él cumplirá a cabalidad todo aquello que te ha prometido.

 “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”

(Filipenses 4:13 NVI)

Escrito por Lilo de Sierra para www.conectadosconcristo.com