Años atrás desconocía realmente quién era mi Padre; yo lo veía y compartía un corto tiempo con Él, pero no sabía verdaderamente quién era. La relación con mi Papá era de acuerdo a como yo lo veía, como el que una niña pequeña puede tener con un padre frustrado, sombrío y descontento. Pensaba que Él me veía con cara de enojo, porque yo me portaba mal constantemente, por lo tanto disfrutar de Él me era imposible y lo que menos quería hacer era molestarle y enfadarlo, entonces para verlo contento y agradado, yo debía hacer varias cosas buenas con todo mi esfuerzo para ganarme una sonrisa, su misericordia y su favor.
Quiero compartir contigo unas preguntas: “¿Puedes imaginar lo que sería si el Dios que gobierna el mundo no fuese feliz? ¿Qué pasaría si Dios fuese dado a la queja, a los pucheros y a la depresión? ¿Qué pasaría si Dios estuviese frustrado, triste, sombrío, lúgubre, descontento y abatido?” (John Piper) Y claro está, todas estas emociones las tendría por nuestra culpa. Creo que realmente no sería Dios. “…a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Romanos 9:15-16). Entonces entendí que el objetivo de estar feliz en mi Padre, es estar sumamente agradecida por darme de su misericordia y su gracia sin tener que hacer nada a cambio, disfrutar de ese amor que derramó en mi mucho antes de que yo le conociera; atesorar y disfrutar de su compañía y su favor; es mi felicidad eterna. Deleitarme en mi creador, en mi Dios esa es mi felicidad.
Salmos 115:3 dice «Nuestro Dios está en los cielos; Todo lo que quiso ha hecho». Este texto implica que Dios tiene el derecho y el poder para hacer cualquier cosa que le haga feliz. Eso significa que Dios es soberano. Piensa en ello por un momento: Si Dios es soberano y puede hacer cualquier cosa que le agrade, entonces ninguno de sus propósitos puede ser frustrado.
Salmos 33:10-11 dice: «Yahweh hace nulo el consejo de las naciones, Y frustra las maquinaciones de los pueblos. El consejo de Yahweh permanecerá para siempre; Los pensamientos de su corazón por todas las generaciones» Dios ha hecho, hace y hará todo lo que quiere hacer; nada, ni nadie puede frustrar sus planes. ¿Quién sería infeliz teniendo este poder?
Ahora bien, si nosotros somos sus hijos, herederos suyos, ¿no nos uniríamos a su felicidad? ¡Cómo no estar dichosos con Él! Pues “Los que acuden al Señor resplandecen de alegría, jamás se decepcionarán.” (Salmos 34:5 PDT). El Todo Poderoso está con nosotros, tiene planes y propósito para nosotros, todos ellos son de bien. Somos sus hijos y lo que desea un padre para su hijo es bienestar y felicidad en medio de toda circunstancia. Entonces en medio de mi sufrimiento, de mi tormenta y de mi desierto, empiezo a contemplar la grandeza de un Padre bueno que me ha dado todo lo que necesito, me ha dado un valor inigualable al convertirme en su hija, permitiéndome deleitarme en Él y conocerle en las profundidades de su palabra, ¿qué más puedo pedir para estar feliz? ¡Si en Dios lo tengo todo para ser feliz!
¿Podríamos unirnos a David y decir: «Dios, Dios mío eres tú. De madrugada te buscaré. Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela; en tierra seca y árida donde no hay aguas» (Salmos 63:1)? Si entendemos quién es nuestro Padre, le buscaríamos contantemente entendiendo que solo en Él hay gozo, lo haríamos en momentos de aflicción y en momentos de aparente felicidad. Pues sin Él nada somos. «Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor» (Filipenses 3:1)
Escrito por Nina Gutierrez para www.ConecadosConCristo.com