Conducir hacia el trabajo se estaba convirtiendo en toda una carga para mí; los trancones, el ruido, los otros conductores, el afán por llegar y las mil cosas que de alguna manera le roban la paz a cualquier conductor desprevenido, me torturaban todas las mañanas y desde las primeras horas del día hacían que mi disposición para afrontar la jornada no fuera la mejor.
Me cansé de esa situación y comencé a buscar una solución a mi tragicomedia de las mañanas, así que pensé en algo que me gustara hacer y fuera productivo, así fue como llegué al experimento de las siguientes tres semanas, intenté cambiar el lugar de mi momento con DIOS y trasladarlo al interior de mi carro, pero la verdad no resultó, hay muchos temas trascendentales en mi vida que quiero compartirle, y que en el camino hacia el trabajo se estaban volviendo en chismorreo de amigos.
Las siguientes semanas seguí pensando en algo que me gustaría hacer y que de alguna manera fuera productivo, no tan trascendental e importante como la oración y el tiempo diario con DIOS, pero que no sólo fuera “echar globos” en el camino o ir escuchando las naderías de las emisoras comerciales, entonces pensé en alguna música que me gustaría ir escuchando en el trayecto y de paso en tener una charla liviana con DIOS. Bueno, pues lo intenté y de alguna manera dio resultado.
Los días posteriores a mi segundo experimento me permitieron tener otro tipo de diálogo con mi PADRE, algo más relajado y espontáneo que la oración, pero no por eso menos productivo. Han resultado cosas importantes de nuestras charlas mañaneras, entre ellas algunos de los escritos que he publicado últimamente. En algunas ocasiones la gente en los semáforos me ve como si estuviera loco, pero no se imaginan la importancia de mi copiloto.
Entre las charlas de la última semana hubo algo que supe que debía compartirlo, íbamos hablando sobre una conferencia que tuvimos algunos de los empleados de la empresa para la que trabajo, en ella el conferencista, que es un entrenador mental para un deportista de alto rendimiento, nos decía cómo estas personas se preparan para ganar y obtener las victorias que le van a dar el reconocimiento como campeones en las disciplinas que practican.
El diálogo me llevó a darme cuenta que DIOS quiere que nos entrenemos a diario para lograr victorias en nuestra vida y de esta manera alcanzar la santidad, porque no se trata de pasividad sino de evolución, nosotros los hijos del SEÑOR debemos tener presente que la guerra se gana con las batallas del día a día, que es necesario cambiar nuestra mente y enfocarla hacia lo que deseamos con todo el corazón, que debemos canalizar nuestros esfuerzos.
Al fijar la meta en mi alma, en mi pensamiento y en mi corazón, debo creer que teniendo a DIOS de mi lado es posible, la fe es una parte importante de mi victoria sobre el pecado, todo mi ser debe apropiarse de la idea de un objetivo lograble, para que mi esperanza brille en el campo de batalla, en cada una de las situaciones de mi vida cotidiana, pensando que algo es alcanzable me motivo y esfuerzo más por llegar hasta allá.
A parte de pensar cuál es mi meta y que ella es posible, debo concentrarme, preocuparme por los detalles, desde mi preparación hasta la visualización de los posibles obstáculos que puedo encontrar en mi camino, es importante que todo mi ser esté comprometido con esa causa que es más grande que cualquier otra en mi vida, la santidad vista como una forma de agradar a DIOS y seguir los pasos de JESÚS es el fin más alto.
La serenidad o tranquilidad, debe venir del Santo Espíritu y de la promesa de JESÚS de una vida eterna, fruto de la fe es la confianza y el sosiego, si de verdad creo que lo que busco es posible es importante reflejar esa seguridad, ¿Cuántas veces te han traicionado los nervios y te has metido en problemas o has perdido oportunidades?, una forma de intimidar al enemigo es haciéndole saber que estás confiado porque DIOS está contigo.
Finalmente, la voluntad es el motor de mis acciones, es preciso ser coherente en mi actuar, si tengo la voluntad de agradar al ALTÍSIMO debo esforzarme para que mis acciones den buen testimonio delante de ÉL y de mis hermanos, es necesario que me obligue a cambiar todo lo que no me gusta de mí y sé que no da la mejor imagen de un hijo de DIOS, es claro que soy débil y que en algunas ocasiones cometeré errores, pero no puedo hacer de eso una excusa recurrente.
Como en cualquier entrenamiento, busqué un objetivo, y quise que mis momentos con DIOS se alargaran y que ÉL hiciera parte de la cotidianidad de mis días, desde las decisiones más importantes hasta las cosas que a veces comentamos con cualquier amigo y que sólo es una charla para relajarse, traer al SEÑOR a nuestra vida común no es restarle la honra y el honor que se merece, es tratar de conocerlo mejor, sólo conoces a alguien cuando pasas tiempo con él.
En mi tiempo de oración le pedí a ÉL que me diera la oportunidad de conocerlo mejor y de ser más sensible a su voz, así que DIOS preparó este encuentro en el auto, y en nuestros diálogos me llevó a darme cuenta que para conseguir nuestros deseos de ser mejores o de acercarnos a su presencia, debemos hacer la parte posible, como entrenar el alma, el cuerpo y el espíritu, que ÉL se encargará de lo imposible.
Tener el corazón dispuesto, pedirle en oración y seguir los pasos para estar más cerca de su corazón es lo que recomiendo para comenzar a estrechar nuestra relación con ÉL, tal vez no tenga la autoridad de un pastor, pero como oveja te puedo decir que a mí me está dando resultado, quiero pensar que DIOS es una persona y que le quiero cerca de mí y de los míos, por eso debo procurar espacios para que podamos compartir.
Si entrenamos todos los días, esos músculos espirituales que no sabíamos que teníamos comenzarán a hacerse más fuertes, sólo ÉL sabe cómo le serviremos y en qué competencias representaremos al REINO; formar personas que tengan metas claras, la esperanza de lograrlo, la concentración necesaria para no caer, la tranquilidad para pensar mejor y la voluntad de hacerlo, es la manera en la que el SEÑOR quiere forjar campeones.