En 1920 el egiptólogo y científico Bernard Grenfell y el papirólogo Arthur Hunt descubrieron un papiro en un vertedero en Al-Fayyum, situado cerca al valle del río Nilo en el desierto de Egipto. Este papiro contenía un fragmento de un texto del Evangelio de Juan escrito aproximadamente hacia el año 125 d.C. llegando a ser el manuscrito conocido más antiguo del Nuevo Testamento. Si tiene la oportunidad de viajar el Reino Unido le recomiendo visitar Manchester y darse un paseo por la biblioteca John Rylands, que es donde actualmente se encuentra conservado.
No obstante, me gustaría que leyéramos estos pasajes directamente de la fuente. La parte frontal del papiro contiene versículos del evangelio de Juan 18:31-33 y la parte de atrás contiene los versículos 37-38, en griego. Para evitar que algunos queden “griegos” permítame traducirles para mayor tranquilidad de quienes no conocen el idioma:
- La imagen de la derecha cita:
“Los judíos replicaron: «Nosotros no podemos dar muerte a nadie». Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir. Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: « ¿Eres tú el Rey de los judíos?»”
- La imagen de la izquierda cita:
“«Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz». Le dice Pilato: « ¿Qué es la verdad?» Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún delito en él»”.
No obstante, mis pretensiones al presentarles el P52 van más allá que otorgarles un conocimiento histórico y, por qué no, apologético, sobre la veracidad de las Sagradas Escrituras.
Estudiando este fragmento del papiro me llamó la atención tres cosas:
- La réplica de los judíos: Los judíos sabían que era injusto asesinar a alguien inocente y que había hecho tanto bien, alguien que los exhortaba, y los reprendía, alguien que los incitaba diariamente al arrepentimiento de sus pecados. Simplemente ellos no soportaban la idea de que un simple carpintero les enseñara la verdad, no a ellos, quienes se habían preparado, unos maestros y eruditos de la ley. Ellos prefirieron entregar a la muerte a Jesús que soportar el reproche y el escándalo.
- Las preguntas de Pilato: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” “¿Qué es la verdad?”, Pilato sabía que los judíos esperaban su mesías, el rey libertador, cuidaban con recelo la verdad y la justicia, por lo que él no entendía la razón por la que entregaban a Jesús, un hombre que les predicaba y daba testimonio de la verdad, no encontraba delito alguno en Jesús. Y cuando decide preguntarle a Jesús si es en verdad el rey de los judíos este le responde “Sí, como dices, soy Rey”.
- Las respuestas de Jesús: Cristo revela la naturaleza de su reino. Una naturaleza que no es de este mundo, no es un reino instalado en riquezas, templos ostentosos, poder militar y político, es un reino instalado en conciencias, en el corazón de los hombres, de riquezas y poder espiritual. El reina por el poder de la verdad que convence y cala hasta los huesos como una espada de doble filo y los que pertenecemos a Él escuchamos Su voz y predicamos de esa verdad.
En algún momento de nuestras vidas tuvimos que elegir entre dar muerte a nuestros pecados o dar muerte a Jesús y no creer en Él. Hoy en día hay muchos que son como los judíos, que prefieren lo segundo porque su profesión y sus muchos estudios, su ciencia y su conciencia o quizá su cultura no concibe o no les permite creer en ese carpintero que se entregó en rescate por muchos. Prefieren, persistir en sus pecados antes que arrepentirse por temor al escándalo y el reproche. Otros son como Pilato, que a pesar de tener la verdad en frente no deciden creer en Él.
Sin embargo, la respuesta es la misma para todos “Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad”, como cristianos debemos ser embajadores de ese reino, representar a Jesucristo en la tierra, escuchar su voz y predicar la verdad al mundo.
En Cristo Jesús,
J Mauricio Moya G.
Escrito para www.ConectadosConCristo.com