Hace un par de semanas escuché un “testimonio” de alguien que estimo mucho, un gran amigo de la iglesia a la cual asisto. Su relato me hizo explotar por dentro, me generó tantas preguntas como inseguridad de que en realidad pudiera llamarse testimonio. Luego de unos minutos se me vinieron a la mente varios ejemplos de este tipo de testimonios que pueden llegar a serlo pero que opacan algo más grande e importante implícito. Quiero que hablemos hoy un poco de esas cosas que contamos como hazañas de Dios que demuestran más nuestro descaro, como hijos malcriados de Dios, que el real poder de Dios.
El relato de mi amigo comenzó cuando hablábamos de decisiones en momentos de dificultad. Nos contó que, en su trabajo como conductor de transporte público, hacía unos días le “había tocado” salir sin un peso para llenar el tanque de la camioneta pues su esposa tiene un negocio de belleza que a veces le da lo del combustible, pero ese día no ocurrió así. Lo difícil empezó cuando la mayoría de las carreras que le salían eran pagas con tarjeta de crédito y no con efectivo, por lo cual cada vez se acercaba más a quedarse sin combustible. Literalmente no tenía ni para el almuerzo. Hacía el medio día estaba impresionado porque según él Dios lo había ayudado para que su tanque no se vaciara y una pasajera finalmente le dio una propina y un almuerzo que tenía empacado en desechables. Ahí “terminó” la prueba y él pudo ver la mano de Dios ayudándolo “milagrosamente”. Quiero que hoy sepas algo que muy pocos te dirán frente a un “testimonio” así: ¡Dios lo puede hacer, él es increíble, él hace milagros! Pero a veces nos da por literal gracia, deseando que todo fuera diferente, deseando que cambiaras lo que te llevó a la crisis. No pongo en duda el gran poder de Dios, él puede hacer eso y mucho más, pero en el caso de mi amigo tuve que decirle públicamente que si Dios había sido bueno con él no había sido para mostrar su poder, eso no es nada para él, había sido por pesar y anhelando con su corazón que mi amigo ponga en orden su vida financiera. En la partecita en que dijo que no tenía un peso y estaba confiado del negocio de su esposa reveló que tiene un gran desorden financiero en su vida, lo cual afecta, lógicamente, a su familia. Si tú tienes un negocio en donde hay trabajo permanente y de un día para el otro no tienes para combustible, demuestra que no tienes un plan, que vas llevado por la corriente y eso, estoy seguro, que no es lo que Dios quiere para nuestras vidas.
Contar este tipo de historias nos muestran como hijos malcriados de Dios. Yo creo que todos hemos visto hijos malcriados a los que sus papás les dan lo que piden sólo por evitar la pataleta o les dan queriendo que todo fuera diferente, no sintiéndose orgullosos de los comportamientos de su hijo. Muchas veces nos pasa a los cristianos esto. No vivimos, sobrevivimos. Y el recurso cuando nos salvamos es contarlo como milagro de Dios en vez de darnos cuenta de que hay algo que estamos haciendo mal para haber llegado a esas situaciones de dificultad y presión. Eso no se dio porque si o porque Dios quería. Como he dicho en muchos de mis artículos, Dios no nos anda deseando el mal, somos nosotros mismo los que nos lanzamos y en su gracia Dios nos sostiene, pero no es algo que lo haga sentir orgulloso de nosotros.
He escuchado muchísimos testimonios descarados que nos ciegan pues no nos permiten ver el punto malo, la acción a cambiar, la decisión realmente sabia a tomar. Quiero que nos retemos todos a ser verdaderos hijos de Dios. Hijos por los cuales Dios se sienta orgulloso, hijos amados también por mérito no sólo por gracia, no seamos descarados. A veces creemos que como la gracia de Dios es tan grande podemos pasarnos la raya y tomar decisiones perversas una y otra vez y no pasa nada, él nos seguirá ayudando, y es cierto. ¡Él nunca nos dejará, nunca nos abandonará, nada nos podrá separar de su amor, pero ¡hey! ¡Hay una tarea que hacer! ¡No pasemos de vagos, pasemos intentando tener méritos! Si en la crisis Dios te ayudó, toma decisiones para no volver a caer en esa crisis. Si en la caída Dios te levantó, observa qué acción te llevó a eso y no la vuelvas a ejecutar. Si en la dificultad Dios lo hizo todo más fácil, cambia el hábito que te dirigió rotundamente por ese camino. Tenemos el poder para cambiar cualquier cosa en nuestra vida. No seamos malcriados, seamos hijos ejemplares de Dios.
¡Bendiciones emprendedor!
Escrito por David Andrés Rincón para www.conectadosconcristo.com