“Siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor. Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz”.
(Efesios 4:2 NVI)
El mandato del Señor es claro, si dices que eres Cristiano, debes demostrarlo con hechos y no solo con palabras. Hemos sido educados en ambientes reactivos. Nos han enseñado que debemos pagar con la misma moneda a quienes nos maltratan o persiguen; la ley del talión es nuestra realidad “ojo por ojo y diente por diente” grito de batalla de muchos que han decidido enfrentar al mundo a su manera y no a la de Dios.
Desarrollar humildad, amabilidad, paciencia y tolerancia es un reto diario. Nuestra meta debe ser acostarnos tranquilos después de una jornada en la que dimos buen ejemplo y dejamos en alto el nombre de Dios en el corazón de las personas con las que tuvimos la oportunidad de interactuar.
Fuimos llamados a ser pacificadores y de bendición para otros. Esfuérzate y sé valiente, no te dejes robar la paz. Satanás pondrá piedras de tropiezo en tu camino, con el fin de enlodar tu testimonio; pero Dios te da la fuerza necesaria para enfrentarlo con gallardía y sin temor a perder.
Recuerda que no debes negociar con el enemigo tu eternidad, no te detengas a conversar con él, lo que te conviene o no, él es el padre de la mentira y con toda seguridad intentará confundirte sembrando dudas en tu corazón. Escucha la voz del Señor, Él te guiará en la oscuridad, te instruirá en el camino y te dirá con lujo de detalles lo que debes hacer siempre y cuando tu comunicación con Él fluya a través de la integridad de tu conducta.
Oremos
Papito Dios, te amo y eres el rey de mi vida. Rindo a tus pies mi corazón y me someto a tu voluntad para ser transformado(a) en una persona digna de estar siempre en tu presencia. Cierra mis oídos a la voz del enemigo que me motiva a reaccionar con violencia frente a los ataques de otras personas. Dame sabiduría y dominio propio para poder responder con inteligencia espiritual. Glorifícate en mi vida hoy y siempre, en el nombre de Jesús y bajo la unción de tu Santo Espíritu, amén.