Mi primera pasión en el mundo antes del fútbol y por su puesto mucho antes de JESÚS fueron los video juegos, soy de la generación del Atari 2600 y aunque muchos de los que leen mis escritos en este tiempo escasamente conocieron el Súper Nintendo, saben que SÚPER MARIO y JESÚS no se parecen en mucho, pero antes de que tiren la primera piedra, les puedo decir que ambos son héroes.
Aunque uno sea virtual y el otro más real que cualquiera de nosotros, ambos héroes tienen en común su lucha por el bien, pero no quiero desviarme del tema y menos poner en el mismo renglón a JESÚS y a un personaje de video juegos, quiero hacerles ver que a veces las cosas no son tan difíciles de entender como creemos y que estamos aprendiendo hasta en las situaciones más superfluas de nuestra vida.
Recuerdo que pasaba horas pegado a la pantalla del televisor intentando avanzar de nivel en cada uno de los videojuegos que me gustaban, más allá de la belleza de la animación o lo consistentes que fueran las historias o personajes, lo que más me atrapaba eran los retos que traía cada nuevo nivel, cada vez que dejabas atrás a uno de los malos, en el siguiente nivel esperabas a uno más grande y más peligroso que el anterior.
Ahora, luego de unos cuantos años en mi camino con JESÚS, pienso que así debería ser nuestra vida espiritual, en principio nos debería apasionar cada nueva situación y posteriormente cada uno de los retos a los que nos enfrentamos; el crecimiento y el cambio no son fáciles, pero de alguna manera deberían poner a prueba tu capacidad de asombro, tu creatividad y las ganas de llegar al final del juego.
Lastimosamente, cuando llegan los jefes malos al final del nivel gimoteamos como niños chiquitos, y léase bien: gimoteamos, en primera persona del plural, porque a mí me cuesta bastante enfrentarlos y mucho más derrotarlos, sé que a ti también, pero no es de angustiarse, si estuviéramos dentro de un video juego seríamos hongos intrascendentes o tal vez Toad, o en el mejor de los casos Yoshi, lo que sí es cierto es que al final del juego es JESÚS quien nos rescata a todos.
Aunque aparentemos fortaleza y pensemos que lo que hemos alcanzado en nuestra vida lo debemos a nuestras habilidades o destrezas, desde nuestras victorias anónimas hasta las más rimbombantes, todo se lo debemos a DIOS y mejor aún, cada uno de nuestros cambios de nivel se los debemos a JESÚS, porque ÉL es quien nos ayuda a vencer y nos muestra el camino para seguir avanzando.
Hoy cuando vislumbramos un nuevo año por delante, quiero cambiar de nivel y avanzar, enfrentarme a nuevos retos, les confieso que tengo un poco de nervios, pero estoy confiado que por difícil que sea cada situación que enfrente el año próximo, seré rescatado nuevamente por JESÚS y aprenderé nuevas cosas, tal vez cambie de hongo feo y de pepas verdes a uno con cara amable y de pepas rojas.
En realidad no sé lo que nos espere en los nuevos días, pero hoy agradezco a DIOS por este año que está a punto de culminar, sé que hemos sido bendecidos de diferentes maneras, aún en medio de las dificultades, por eso debemos confiar en ÉL, su fidelidad y bondad no conoce límites; por eso, te bendigo querido amigo y lector, y te invito a desafiar conmigo al rival, porque nuestro héroe es invencible.
¡Te patearemos el caparazón Koopa y liberaremos al reino Champiñón!
Escrito por Mr.Cesos para www.conectadosconcristo.com