En alguna ocasión iba en transporte y escuché de repente la conversación de un par de mujeres de edad que hablaban acerca de cuán mal veían ellas que estaba la juventud. En un tiempo de reflexión pensé en lo que decían y recordé entonces que aquellas mujeres tenían una manera de pensar, una personalidad establecida y por sobre todo: una identidad establecida; tenían claro quiénes eran y les causaba impresión -y hasta diría desconcierto- ver que los jóvenes buscan todos los días algo con qué identificarse, algo que marque su esencia, algo que les dé la convicción de quiénes son.
¿Y qué es la identidad? Son los rasgos, las características que te definen y te diferencian de otras personas. En cualquier lugar de la ciudad se encuentran jóvenes con diferentes identidades y esto se demuestra en cómo visten, cómo se comportan, cómo termina de desarrollarse su personalidad y hasta cómo se expresan. Son incontables las comunidades en las que los jóvenes buscan su esencia día tras día. Todo está en la capacidad que tienen de identificarse con otros, de ver en otros lo que ellos son o lo que ellos quieren.
Aun así, nunca terminan de sentirse llenos, porque después de todo, el vacío de Dios no lo llena sino Él mismo. Cada ser humano en el mundo tiene en su espíritu un vacío, como un molde, llamado Dios, y muchos intentan por todos los medios llenarlo pero es como si se introdujera un objeto cuadrado en un molde completamente redondo… por más que se intente, nunca encajará. Todos andamos en otro tiempo de esta manera, pero cuando el objeto redondo encajó perfectamente en nuestro espíritu -éste es Jesús, el vacío dejo de ser vacío para convertirse en aquello que complementa y satisface nuestro ser; aquello es su Amor eterno, claramente manifestado en la cruz. Y habiéndonos adoptado, la identidad de hijos se establece en nuestra vida.
“Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!”
(Romanos 8:15 RV60)
Cuando como joven adquieres esa identidad de ser hijo de Dios, ya no necesitas de otras cosas que te llenen ni algo más con que identificarte porque se convierte Jesús en el centro de tu vida, la comunión con el Espíritu en tu meta y el amor por tu Padre en lo más vital. Así, los rasgos de Jesús se vuelven los tuyos, las características de quién es Dios se establecen en tu vida, pero cuando sabes quién eres. Dios lo sabe y te lo revela para que vivas como hijo, no como esclavo.
“Y seré para vosotros por Padre,
Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.”
(2 Corintios 6:18 RV60)
¡Ser hijo/a del Dios Todopoderoso, del Gran Yo Soy! ¿Puede haber algo mejor que eso? Para lo que hizo Él por nosotros, es tan sencillo como entregarle tu vida, tu tiempo, estar con Él, vivir por y para Él… pero más que como un sacrificio, que sea un deleite. Porque tienes claro y no olvidas quién eres para Él, como debes verte a ti mismo y cómo te ve el mundo.
“Antes bien, como está escrito: Cosas que el ojo no vio, ni el oído oyó, Ni han subido al corazón del hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman.”
(1 Corintios 2:9 RV60)
Escrito por Catalina Tamayo para www.conectadosconCristo.com
Se demuestra que esta jovencita realmente tiene la identidad de hija del Rey de reyes y Señor de señores, manifestando y estableciendo el Reino de Dios en la tierra… y una vez mas se confirma la palabra de Dios cuando dice:
«Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios».
Romanos 8:19- (RVR1960)