En la actualidad existe una batalla campante por evitar ser etiquetado. La juventud lucha por no ser parte de una maquinaria desgastante y torpe que ha llevado a los adultos a la sumisión frente a la sociedad y diversas formas de “control”. Cuando hablamos de diversas tendencias es importante considerar que la evolución de los sistemas de pensamiento de la “juventud libertaria”, contrario a lo que ellos mismos piensan, los ha hecho esclavos de un sin número de ataduras, y con ellas un sin número de etiquetas en cuya construcción incluso hemos sido partícipes.

Oímos hablar de los chicos “millennial”, de la generación de los “nini”, de la generación “X”, “Y” y con la “Z”, y con esta se nos acabó el abecedario… Todos estos intentos de teorizar cada generación ha sido una herramienta a través de la cual se han producido tendencias para el mercadeo, películas, todo tipo de “stand up” y toda serie de burlas sobre nuestra juventud.

Lo que preocupa de todas estas etiquetas es que la mayoría se concentra en describir lo malo, en convertir en burla incluso tendencias que trascienden nuestra propia forma de ver la vida y revela el espíritu de una generación, uno basado en la crítica y no en el amor, como lo enseñan las Escrituras.

Pero ¿qué tiene que decir el evangelio al respecto? Lo primero en mi lista es comprender que estas nuevas generaciones también son creación de Dios, susceptibles de ser alcanzadas por el evangelio de la salvación, de ser salvos, y capaces de vivir vidas consagradas al Señor.

Lo segundo es que pueden ser discípulos de Cristo, entendiendo que el enfoque debe revisarse, ponerse en contexto y someterse a prueba de manera constante.

Lo tercero es reconocer que la oración, la lectura y meditación en la Palabra, una relación íntima con Cristo, y una sana relación con la iglesia, son suficientes para transformar sus vidas, y que las demás actividades (grandes escenarios, música renovada, luces y nuevas tecnologías) son parte de la estrategia y no la estrategia en sí misma.

En cuarto lugar, una juventud que se levanta en momentos históricos en los cuales abundan las doctrinas, un desorden en la sexualidad, crisis económicas, guerras y demás, necesita reconocer la importancia de impactar al mundo a través del mensaje del evangelio.

Sin embargo, lo que vemos en muchas congregaciones son muchos jóvenes (así como adultos, por lo cual deberíamos preguntarnos ¿cuál es nuestra responsabilidad?) reunidos viviendo una espiritualidad de cuatro paredes, que está lejos de entender la necesidad de salir y conquistar de la mano de Dios el mundo.

Los hemos confinado en iglesias con paredes de cristal, impidiendo que se contaminen, y que cuando tienen un encuentro con Jesús retroceden como el joven rico del cual se nos habla en los evangelios (lee Marcos 10:17-30)… No son, al igual que muchos, capaces seguir a Jesús, salir de los templos y huir de la zona de confort para llevar las buenas nuevas.

Por otro lado, esto nos debe llevar a pensar en la forma como en nuestras iglesias hacemos discípulos y la forma en la cual estamos preparando a nuestros jóvenes para que  “…vayan y hagan discípulos…”  (Mateo 28:19 – RVC)

Se ha levantado una juventud consumida por el evangelio de la prosperidad, la abundancia y la “pureza”, que rápidamente sucumbió ante el dinero, los placeres del mundo y que en una parte del camino se desvió, y otra generación espiritualmente “light”, a quienes no se les ofreció, ni pidió nada, y que al final tiene los mismos problemas.

La buena noticia es que en cada generación, también se levantó una juventud capaz de vivir para Dios, y que ha impactado el mundo a través de misiones, libros, grandes o pequeños movimientos, que se preocupa por las nuevas generaciones al reconocer la importancia del evangelio como factor de protección, aún para los futuras familias que conformarán, y que desea con todo su corazón llevar las buenas nuevas.

Si eres un joven, te animo a seguir a Cristo, a ser agente de transformación del mundo, a quitarte las etiquetas que los adultos te han impuesto y vivir una vida consagrada para Él. Si eres un adulto, y te identificas con las etiquetas que te fueron impuestas, y aún vives conforme a ellas, te invito también a seguir a Cristo, y cambiar el rumbo de tu vida, la de tu familia, a través del camino de la reconciliación con el Padre.

Hoy es el día de quitar tus etiquetas.

¡Hoy te bendigo!

Escrito por Jonathan González (@achristian_walk) para www.conectadosconcristo.com