“Y estoy seguro de que DIOS, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva”
(Filipenses 1: 6 NTV)
Hace un par de años estaba frente al televisor y veía un programa que se trataba de un entrenador loco que hacía que sus clientes bajaran de peso contra todo pronóstico, su método era bastante extraño y casi cruel, pero realmente era efectivo; al principio las personas que lo contrataban lo odiaban y le reclamaban, pero después terminaban amándolo y reconociendo que era un excelente entrenador, él había cambiado sus vidas.
En ese capítulo un hombre llamó al entrenador porque su gordura afectaba su salud y le impedía jugar con su hijo, era tan grande y obeso que evitaba ir a las salas de cine porque le tocaba sentarse en las escaleras, pues no cabía en las sillas. Lloró y rogó al entrenador que lo ayudara, quería ser un buen padre para su hijo y un excelente esposo, para comenzar a serlo debía mantenerse saludable y vivo.
Todos luchamos contra diferentes cosas que de alguna manera nos mantienen fuera de forma, y no sólo desde el punto de vista corporal, recordemos que también somos alma y espíritu. A veces nos alimentamos con hamburguesas y gaseosas, así como llenamos nuestra alma de malos pensamientos o albergamos amarguras en nuestro corazón. Como seres tripartitos debemos mantener un equilibrio entre cuerpo, alma y espíritu.
En un principio el hombre estaba dispuesto a todo para salvar su vida y ofrecer a su familia un excelente padre y esposo, pero con los entrenamientos y la estricta dieta su voluntad comenzó a flaquear, los músculos adormecidos por mucho tiempo de malos hábitos dolían exageradamente y sus deseos por llenarse hasta el hartazgo, a veces lo traicionaban, sin embargo el entrenador no le permitió renunciar y lo llevó hasta el límite.
En una mañana el hombre no quiso ir al entrenamiento, así que su entrenador llegó hasta su casa y lo sacó a empellones para forzarlo a hacer su rutina, luego de revisar su nevera y botar todo lo que consideraba “basura”, lo llevó a un parque cerca de su domicilio; el entrenamiento fue tan duro que lo hizo vomitar un par de veces y casi perder la conciencia, pero cuando se quebraba en llanto o quería renunciar, el entrenador le recordaba por qué lo estaba haciendo… le recordaba su propósito.
Siempre hemos querido alcanzar los propósitos de DIOS en nuestras vidas, pero perdemos de vista que debemos mantener las sanas costumbres, salir de nuestra zona de confort y pagar el precio de una vida saludable, mantener una férrea voluntad para no claudicar, y alimentarnos con todo lo que nos es provechoso. Debo cuidar mi mente y mi corazón de alimentos malsanos, así como esforzarme por consolidar mi relación con DIOS.
El entrenador tuvo varios altercados con el hombre que era su cliente, porque quería abandonar y él no se lo permitía, por el contrario éste lo buscaba y se hacía más intensa la jornada, le repetía que no era el dinero lo que le importaba sino su palabra, si lo habían contratado, él cumpliría su parte del trato y haría hasta lo imposible para que su cliente tuviera lo que le había pedido.
DIOS obra de la misma manera, una vez hemos pedido y aceptado su ayuda, ÉL hará hasta lo imposible porque se cumplan sus propósitos en cada uno de nosotros, podemos hacerlo tan fácil o tan difícil como queramos, si no vamos al entrenamiento, con seguridad nos buscará y nos llevará a hacer nuestra rutina tantas veces como sea necesario, nos conducirá a cambiar nuestro hábitos y persistirá en prepararnos para recibir sus bendiciones.
Si logramos establecer estas disciplinas para mantener saludables nuestro cuerpo, alma y espíritu, estableceremos el reino de DIOS en nuestras vidas, luego estableceremos su reino en nuestras familias y en cada una de nuestras áreas de influencia; como hombres y mujeres de DIOS reclamaremos nuestra nación, DIOS sanará la tierra y cimentaremos a Sión “la nación de los puros de corazón” en este planeta.