“Dime con quién andas y te diré quién eres”, un conocido refrán, que forma parte de la idiosincrasia de muchos países latinos. Con seguridad te puedo decir que es un dicho popular entre padres, maestros, consejeros, pastores, y todas aquellas personas que de alguna forma pretenden que seas mejor, estés bien acompañado o que nada te dañe. Sin embargo puede ser empleada como una estrategia para demandar del creyente una falsa asepsia.

La Real Academia Española define asepsia de la siguiente forma:

  1. Ausencia de materia séptica, estado libre de infección.

El creyente siempre es invitado a vivir una vida en santidad, un estado libre de pecado. La Palabra enseña lo siguiente:

“…sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.”

1 Pedro 1:15-16 – RV60 (el subrayado es mío)

Uno de los conflictos en la vida de muchos es ser como alguien más. Vemos como algunas personas acuden al quirófano para ser iguales a sus estrellas favoritas. Esa tendencia a hacer clones se repite en las congregaciones olvidando que Dios nos ha hecho únicos, y que estamos llamados a mantener la unidad, como una medida del amor de Dios entre los hombres; sin embargo existe una diferencia entre unidad y uniformarnos.

De la misma forma el llamado a la santidad no es un llamado al tipo de asepsia que pretenden vendernos, en la cual debes apartarte de cada ser humano que no crea lo que tú crees, viva de la forma en la que vives, o haga las cosas que una grupo de personas definan como puro y bueno. De ser así Jesús habría caminado únicamente entre sacerdotes, solo se hubiera relacionado con judíos y jamás habría alcanzado a los gentiles de su época.

La expresión del amor de Dios que necesitamos recrear fue la que Cristo nos mostró, caminar entre gentiles, ladrones, mujeres en situación de prostitución, adúlteros y adúlteras, leprosos, enfermos, poseídos, cobradores de impuestos, médicos, pescadores y todo tipo de personas, con el propósito de llevarlos a la comprensión de la necesidad de reconciliarse con el Padre, a través de lo que la Palabra nos enseña.

Juan el Bautista, una de las máximas expresiones de la falta de uniformidad en el pueblo de Dios en su época, estaba sintonizado con hacer la voluntad de Dios a pesar de su aspecto (“…usaba ropa tejida con pelo rústico de camello y llevaba puesto un cinturón de cuero alrededor de la cintura.” Mateo 3:4 – NTV), su mensaje y su estilo de vida (“Se alimentaba con langostas y miel silvestre…”). Y es que necesitamos repensar nuestro camino, aunque ello implique salir de la uniformidad, aprender a vivir en la unidad y hacer la voluntad del Padre.

Dios, quién te hizo único, no mide tu corazón por la clase de personas con las cuales te relacionas o tienes amistad, porque en su perfecto propósito ellos son parte de tu camino por una razón, y el cumplimiento de Su perfecta voluntad en tu vida tiene relación con ellos.

La Biblia contiene cientos de ejemplos de personajes que se relacionaron con personas que no profesaban su misma fe, y lo mismo sucederá con nosotros; trabajaremos con ellos o para ellos, reiremos con ellos, lloraremos con ellos, discutiremos con ellos, en fin, de diversas formas tendremos una relación con ellos.

Cada uno es responsable de evaluar junto al Espíritu Santo si aquellas relaciones son perjudiciales, pero decidir que todas son malas y que necesitas cuidarte de las infecciones que pueden venir de ellos si es nocivo. No olvides que Jesús dijo:

“La gente sana no necesita médico, los enfermos sí. No he venido a llamar a los que se creen justos, sino a los que saben que son pecadores.”

Marcos 2:17 – NTV

Así las cosas, si hemos sido llamados a llevar las buenas nuevas del evangelio de salvación, deberíamos recordar lo que escribió el apóstol Pablo en su carta a los Filipenses.

“Si Cristo les ha dado a ustedes poder para animar a los demás, y si el amor que ustedes tienen los lleva a consolar a otros, y si todos ustedes tienen el mismo Espíritu y son compasivos, les pido que vivan en armonía y que se amen unos a otros. Así me harán muy feliz. Pónganse de acuerdo en lo que piensan, deseen las mismas cosas y no hagan nada por orgullo o sólo por pelear. Al contrario, hagan todo con humildad, y vean a los demás como mejores a ustedes mismos.  Nadie busque el bien sólo para sí mismo, sino para todos. Tengan la misma manera de pensar que tuvo Jesucristo

Filipenses 2:1-5 – TLA (el subrayado es mío)

¡La santidad es un llamado y amar al prójimo un mandato!

Hoy te bendigo!

Escrito por Jonathan González (@achristian_walk) para www.conectadosconcristo.com