Cuando nos referimos a que todo fue creado por Dios a través de la palabra, se nos vienen a la mente esos versículos del Génesis en donde vemos el inventario de la creación: “…Y Dios dijo hágase esto y hágase aquello…”
Pero, ¿ha caído usted en cuenta que ese mismo poder creador lo ha depositado el Señor en nosotros? Tenemos en nuestra boca la palabra creadora, la capacidad de hacer que las cosas sucedan, la potestad de cambiar realidades. No me malinterprete, no me refiero a un acto mágico lleno de hechizos y conjuros, hablo del poder de la palabra.
Y para poder activar ese poder debemos renovar nuestra mente (Romanos 12:2 NVI) Como lo dice Octavio Paz en su poema “Decir, hacer” “…es un pensar, que es un sentir, que es un decir, que es un hacer.” Siendo el primer paso el pensar positivamente para poder ver actos positivos.
Estamos en tiempo difíciles y necesitamos hablar bien, necesitamos dejar de maldecir nuestros días, tenemos que dejar de maldecir a nuestros gobernantes, nuestro trabajo, nuestra ciudad, dejar de maldecir a nuestros vecinos y aún a nuestros enemigos. Procure que todo lo que salga de su boca sea de bendición, que sea edificante, que si alguien que va pasando ligero lo escucha se pueda llevar algo valioso de usted y no que sea su veneno lo que lo contamine, pues de la misma manera en que la palabra tiene poder para crear, tiene poder para destruir y no es coherente que los hijos de Dios, como lo somos usted y yo, vayamos por la vida destruyendo a diestra y siniestra todo a nuestro alrededor simplemente por falta de dominio sobre nuestra lengua, pues bien lo dicen las escrituras:
”Que refrene su lengua de hablar el mal y sus labios de proferir engaños”
(Salmo 34:13 NVI)
Lo invito a que en los próximos días se rete a sí mismo a hablar bien y verá los resultados, sus problemas no desaparecerán, ni habrá paz mundial mágicamente, pero su percepción sobre las dificultades si será diferente, pues al haber renovado su forma de pensar conocerá la voluntad de Dios, que es buena, agradable y perfecta.
“Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan. No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención. Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.”
(Efesios 4:29-32 NVI)
Escrito por Marian Vargas para www.conectadosconcristo.com