Escrito por Lilo de Sierra

Como Cristianos, tenemos varias responsabilidades delante de Dios y una de ellas es la de reflejar la obra que inició, continúa y tiene proyectado terminar en cada uno de nosotros para impactar con el resultado de sus esfuerzos, a la sociedad que nos rodea, que no es más que un mundo caído, entregado al pecado y al desconocimiento de su Palabra.

Las obras que emprendamos con el objetivo de influenciar la sociedad en la que vivimos, siendo protagonistas de su transformación, requieren que no permanezcamos como simples espectadores, sino que decidamos firmemente actuar activamente, involucrarnos y comprometernos en hacer el bien y extender el Reino de Dios aquí en la tierra, para dar cumplimiento a los propósitos trazados por Él para cada uno de nosotros; En Santiago 2:14-26 (NVI) se nos habla acerca de esto:

“Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno alegar que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe? Supongamos que un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse y carecen del alimento diario, y uno de ustedes les dice: «Que les vaya bien; abríguense y coman hasta saciarse», pero no les da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué servirá eso? Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta”.

Para el Señor, las responsabilidades sociales y eclesiásticas no difieren en importancia. Todo lo que somos y poseemos, le pertenecen a Él y por ende debe ser utilizado para su honra y gloria. Se hace importante estudiar la Palabra a profundidad y darle aplicación en nuestro diario vivir, pero también se hace necesario dar a conocer sus maravillas, para que al igual que nosotros, otras personas puedan conocerlo y disfrutar al máximo de las bendiciones que conlleva el obedecer los principios y preceptos revelados en la Biblia.

¿No sabes quién eres, qué clase de persona debes ser o como debes vivir? o ¿deseas saber a ciencia cierta, qué es lo correcto, lo justo y lo bueno?, lee las sagradas escrituras, trata de entenderlas y reflexiona sobre lo que allí se te muestra como el buen camino que te llevará a una eternidad al lado del Todopoderoso.

Estamos en el mundo, pero no somos del mundo, esto nos lo han repetido una infinidad de veces, pero esto, no nos justifica para irrespetar a nuestras autoridades o incumplir las normas establecidas en el marco de la sociedad en la que nos desenvolvemos. ¿Si Jesús con su ejemplo nos demostró humildad y respeto al cumplir lo exigido respecto a los impuestos que debía pagar (Mateo 22:21 NVI), por qué no podemos hacer lo propio, acatando las reglas impuestas, para lograr una convivencia digna entre seres humanos?.

Afirmamos abiertamente que somos hijos de Dios, pero ¿nos comportamos como tal?, llevamos impresa en la frente una etiqueta de apariencias, evidente hipocresía, falso testimonio al actuar de manera inapropiada dejando irremediablemente de lado la coherencia que debemos conservar entre lo que creemos y profesamos y lo que realmente reflejamos con nuestros pensamientos, palabras, acciones y emociones.

Definitivamente, es el evangelio, la palabra viva, en donde encontramos una verdad irrefutable, las buenas nuevas anunciadas por Jesucristo y que hemos sido llamados a proclamarla y a predicarla a donde quiera que vayamos.

“Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo”

(Romanos 10:17 NVI)

Escrito para www.conectadosconcristo.com