Texto bíblico

Génesis 28: 1 – 9 (NVI) «Isaac llamó a Jacob, lo bendijo y le ordenó: —No te cases con ninguna mujer de aquí de Canaán. 2 Vete ahora mismo a Padán Aram, a la casa de Betuel, tu abuelo materno, y cásate allá con una de las hijas de tu tío Labán. 3 Que el Dios Todopoderoso te bendiga, te haga fecundo y haga que salgan de ti numerosas naciones. 4 Que también te dé, a ti y a tu descendencia, la bendición de Abraham, para que puedan poseer esta tierra donde ahora vives como extranjero, esta tierra que Dios le prometió a Abraham. 5 Así envió Isaac a Jacob a Padán Aram, a la casa de Labán, quien era hijo de Betuel el arameo, y hermano de Rebeca, la madre de Jacob y de Esaú. 6 Esaú supo que Isaac había bendecido a Jacob, y que lo había enviado a Padán Aram para casarse allá. También se enteró de que, al bendecirlo, le dio la orden de no casarse con ninguna cananea, 7 y de que Jacob había partido hacia Padán Aram en obediencia a su padre y a su madre. 8 Entonces Esaú se dio cuenta de la antipatía de su padre por las cananeas. 9 Por eso, aunque ya tenía otras esposas cananeas, Esaú fue hasta donde vivía Ismael hijo de Abraham y se casó con su hija Majalat, que era hermana de Nebayot».

Reflexión

La verdadera misión de un padre para con su hijo Al igual que nosotros, nuestros hijos, están expuestos a fallar y caer, son humanos, y por ende, sienten, piensan y actúan diferente a lo que podríamos llegar a esperar que lo hicieran. Constantemente, creemos que por simple inercia, ellos deben asumir sus pruebas como lo haríamos nosotros, somos duros con ellos al juzgarlos, exigentes, y les colocamos expectativas muy altas, como si nuestro amor hacia ellos, dependiera de la cantidad de triunfos o aciertos acumulados en sus vidas. Lo descrito anteriormente, lejos de crear en ellos seguridad en Dios, los aleja, los presiona, genera una relación conflictiva y rompe todo vínculo de paz que debiera reinar en un hogar cristiano. Rebeca, además de fallarle a Isaac, era la culpable de haber presionado a su hijo para actuar de manera equivocada, sin embargo, primó en su amor de padres, la necesidad de guiar el camino de su hijo hacia la verdad, de evitar, que le fueran arrebatadas sus bendiciones al vislumbrar peligro, al ver que a su alrededor, no había nada beneficioso para él, y de manera sacrificada, deciden enviarlo lejos de su cuidado, para tratar de garantizar su bienestar, su protección y su marchar por el camino de Dios. Somos insistentes en querer tener hijos perfectos, con nuestro tono de voz y actitud agresiva, les comunicamos que TIENEN que hacer, pero nos detenemos a pensar ¿qué sienten? ¿qué quieren?, o estamos tan preocupados por satisfacer nuestros propios deseos, con una posición egoísta que nos impide ver más allá de las circunstancias, para establecer vínculos de amor, en donde predomine el respeto, la comprensión y la aceptación de que son personas distintas y no pueden actuar como tú y como yo, que son independientes y tienen voluntad propia y que Dios los revistió de autoridad, dominio propio y poder para conquistar el mundo tal cual y como lo ha hecho con nosotros desde que nacimos. No hay mayor poder, que la que existe en las palabras que un padre emite sobre sus hijos. En tu boca, tienes el poder de bendecir o de maldecir su existencia, de allí que debemos ser prudentes, pensar antes de hablar, porque TODO lo que salga de nuestra boca, hacia ellos, tiene el poder de edificar o destruir sus vidas. Tómate el tiempo de analizar tus palabras y el tono de voz que las acompañan cuando te diriges a tus tesoros; sí, con sus errores y sus virtudes, son tesoros, regalos y recompensa de Dios para ti, ¿tus palabras son de bendición?,¿les dices que los amas?, ¿Cuántos abrazos y besos les das durante el día?, ¿oras al Dios del cielo por ellos?, ¿compartes sus gustos o conoces sus sueños? ¿sabes quiénes son su amigos, qué les molesta y qué piensan de ti? Papá y mamá, tu misión no es solo la de proveer cosas materiales, tu verdadera misión consiste en que tus hijos conozcan a Dios, vivan la palabra del Señor, obedezcan sus normas y preceptos, para que puedan recibir las bendiciones que hay en el cielo para ellos, y créanme, no es con cantaleta sino con su ejemplo que lo podrán lograr, esa es su prueba, su meta, que ellos vean en ustedes, al Cristo mismo, para que así, anhelen vivir la alegría, la paz, la tranquilidad, el amor, la seguridad, la protección, el cuidado, la bondad, la generosidad, la paciencia, la tolerancia, todo lo bueno y todo lo admirable, que solo la presencia de Dios mismo en su corazón puede dar.

Oremos

Gracias Señor, por la bendición que me das de ser papá o mamá. Perdóname, cuando con mi tono fuerte de voz, transmito un mensaje negativo a mis hijos, ayúdame a reflejar tu rostro en mis palabras, actitudes y formas de pensar, para que así ellos, puedan conocerte y anhelen seguir tu camino. Pon guarda en mi boca, no permitas que de ella salgan palabras de maldición, que los aten a una vida de esclavitud, cuando tu ya les has prometido vida en abundancia. Haz que se cumpla tu plan y tu propósito en ellos y que yo no sea piedra de tropiezo en el cumplimiento de ese plan. En el nombre de Jesús los bendigo, Amén y amén.