“¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame sacarte la astilla del ojo”, cuando tú mismo no te das cuenta de la viga en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano.”
(Lucas 6:42 NVI)
¿Le ha pasado que, cuando sabe de problemas ajenos, las soluciones le brotan por montones?
Creo que todos tenemos esta gran “virtud” de encontrar la solución a los asuntos impropios, tal vez porque estamos alejados de todo sentimiento de apego, minimizando la importancia que tienen estas situaciones tan solo porque no las vivimos en nuestros propios zapatos.
¡Pero esto no sería tan grave si nos limitáramos solo a esto! No conformes con decir que “Fulanito de Tal” debería hacer esto o aquello y que “Sutanita” debería caminar así o asá, empezamos a criticar de una manera casi caníbal, en donde desmembramos a nuestro prójimo de tal manera que acabamos con toda buena imagen que el personaje en cuestión pudiera tener.
Y es que es muy fácil juzgar, se nos hace sumamente sencillo mancillar el buen nombre de una persona como si nosotros mismos fuéramos perfectos, como si nunca nos hubiéramos equivocado, como si tuviéramos el derecho de señalar la pequeña astilla que otro tiene en el ojo.
He meditado mucho en este asunto y he podido llegar a la conclusión, a través de la guía Divina, que somos tan incapaces de perfeccionar nuestra propia existencia que lo único que creemos posible de hacer es fiscalizar vidas ajenas en vez de repararlas, utilizando nuestros dones y talentos por medio del amor de Cristo para sanar las heridas que otros puedan tener.
Cada uno de nosotros es la viva imagen del amor que nuestro Dios nos ha tenido. Lleno de misericordia, paciencia y bondad se ha acercado al ser humano para dignificar su existencia y para cumplir el propósito que desde un principio designó para él.
Ocupémonos por cubrir y reparar aquellas heridas que nuestro prójimo pueda tener, brindemos una mano amiga, unos oídos que escuchen y no una boca que juzgue sin piedad, así lograremos extender el Reino con más eficacia que si lo hacemos tratando de ver a través de nuestra viga.
“Para él es suficiente el castigo que le impuso la mayoría. Más bien debieran perdonarlo y consolarlo para que no sea consumido por la excesiva tristeza. Por eso les ruego que reafirmen su amor hacia él.”
(2 Corintios 2:6-8 NVI)
Escrito por Marian Vargas para www.conectadosconcristo.com