No te adelantes a formular un juicio sobre este blog. Déjame explicarte a lo que me refiero con ese título tan “curioso”. Muchas veces reflexionando he visto la intolerancia que nos mueve muchas veces a los seres humanos. Yo mismo he señalado cuando pasé por circunstancias similares, yo mismo he levantado mi dedo cuando me he equivocado en algo parecido. Sin embargo, también muchas veces ha sido diferente mi comprensión sobre pecados que veo en otros, porque me recuerdan la fidelidad de Dios al sacarme de ellos. Y al ver que, haber sido pecador, me da una comprensión mayor del pecado, tengo que reconocer que hay algo de bueno en el pecado.

He estado en numerables prédicas sobre Pablo donde se habla de su “aguijón en la espalda” y la manera en cómo habla del pecado. Así mismo, ver el carácter fuerte de Pablo y su compromiso con expandir el Reino y llevar las noticias del evangelio, la muerte y resurrección de Jesús, a fin de limpiar nuestros pecados y darnos vida eterna. He escuchado que algunos piensan que el aguijón al que se refería era una enfermedad o debilidad física o una discapacidad. Pero muchas veces también he pensado en que podía tratarse de un pecado, de una lucha que Pablo odiaba, pero le parecía difícil sacar de su vida. Era como un vicio, pues en otra parte de sus escritos se refiere a que “no hace lo que quiere y cae fácilmente en cosas que no quiere”, como un pecado. Lo que digo no es doctrina, es solo un análisis propio que he hecho de todo este tema para contarte lo que he visto detrás de esto.

Pudo ser que Pablo tenía un polo a tierra a través de un pecado que era inevitable para él. Y con “polo a tierra” me refiero a que, por el mismo carácter de Pablo, era muy fácil que se creyera “más de la cuenta” por todos sus éxitos e influencia en el evangelio. Ese aguijón lo mantuvo humilde y más cercano a reconocer su humanidad. Muchas veces me he visto como Pablo, más cercano a reconocer mi humanidad por el hecho de no ser perfecto, tener errores todos los días y no poder tirar la primera piedra por no estar limpio de pecado. Dios a través de eso me ha mantenido muchas veces con los pies en la tierra, con el corazón humilde y me ha enseñado a aceptarme y amarme más.

Imaginemos por un momento que hay humanos perfectos, sin debilidades, sin pecados, sin embarradas. Ahora imagina que esos humanos hablan de Dios permanentemente o como nosotros los cristianos, damos testimonio todos los días del Dios que hay en nosotros. Sería muy fácil crecerse y pensar que todos sin excepción deben ser así. Seriamos más duros, exigentes para juzgar el pecado de otros, nada comprensivos ni compasivos. ¿Me entiendes el punto? A veces pienso que el pecado tiene un lado bueno porque es un polo a tierra que me guarda el corazón, me ayuda a comprender a otros, me facilita ver mi propia humanidad y las de los demás. Ahora, no digo esto para que nos demos permiso todos de pecar, eso no sería correcto. Lo digo con la intención de que te ames más, te comprendas más, seas más compasivo contigo mismo y hagas lo mismo con los demás. Perdemos tanto tiempo de nuestras vidas purgando el pecado, que se hace interminable la tarea y más bien se nos convierte en un látigo que usamos todos los días para ver lo malo de nosotros mismos, para hallar razones para que Dios no nos bendiga, para vernos poca cosa y estoy seguro que eso no lo quiere Dios.

Amo cuando Dios me hace ver que el pecado lo ha usado también para mi bien. Sigo trabajando para ser mejor cada día, no permitiendo que el pecado controle mi vida, pero también aprendí de él para aceptarme y aceptar a los demás. ¡Todos! Todos somos hijos de Dios, cristianos y no cristianos y al verme más humano me queda más fácil notarlo. Hoy me amo más y me doy menos palo por el pecado, hoy sigo trabajando por sacar el pecado, pero saco provecho de él para ser más humilde y creo que ese es el corazón que Dios quiere que tengamos. Que no nos apresuremos en juzgar y más bien entendamos que tanto en el pastor de iglesia como en el joven de la calle hay un humano hecho por Dios a su imagen y semejanza, con errores, debilidades y pecados, pero también talentos, dones, amor y humanidad.

Hoy acéptate más, ámate más. No te des más palo, eso te quita efectividad. Sé compasivo con los demás y perdona, no te apresures a juzgar o criticar pues esa misma humanidad está en ti.

¿Ves lo bueno del pecado?

¡Bendiciones emprendedor!

Escrito por David Andrés Rincón para www.conectadosconcristo.com