Si preguntásemos a la congregación las razones por las cuales van a la iglesia, seguro responderían casi en coro que la razón es para encontrarnos con Dios. Pero, ¿en realidad solo asistimos a esto? Mi respuesta es que no. Ahora bien, la lista podría extenderse hasta 99 razones (¡la más larga que hallé en la red!), sin embargo en mi experiencia como creyente puedo decir que la lista es aún más diversa.
Al principio mi lista fue encabezada por la razón más importante, sin embargo con el paso del tiempo, desde mis inicios, muchas otras razones se añadieron a la lista, y en su infinito amor, en la actualidad Dios me permite disfrutar de muchas cosas agradables en la iglesia.
A pesar de que algunas razones fueron más “espirituales” que otras, nadie me advirtió sobre aquello que podría suceder allí y que tiene relación con el número siete de mi lista: conocer personas.
Y sí, nadie me advirtió que me encontraría con una tropa de pecadores (¡deberían poner un aviso en la entrada de cada iglesia!), personas con muchas necesidades, con temperamentos complejos, estilos de vida que no agradaban a Dios, con pasados complejos y delicados, con muchos vacíos y defectos, sin compromiso, inconstantes, con presiones en sus familias, trabajos, colegios y universidades…al final, ¡muchas personas como yo!
Tampoco me advirtieron que me toparía con una tropa de buenas personas, que jamás habían consumido nada nocivo, que venían de familias perfectas, eran buenos hijos, padres, madres, amigos; estudiantes y trabajadores admirables, con estilos de vida dignos y responsables…!claramente NO como yo!
Entonces, ¿cómo era posible que todos estuviéramos bajo el mismo techo? Si unos eran mejores que otros, ¿Por qué ambos grupos de personas necesitaban y buscaban al mismo Dios?
Dos cosas teníamos todos en común en principio (a pesar de los defectos y virtudes, de lo bueno y malo con lo que habíamos llegado allí):
- No éramos justos: “[…] ¡No hay ni uno solo que sea justo!” (Romanos 3:10 – RVC)
- Todos habíamos pecado: “Todos hemos pecado, y por eso estamos lejos de Dios.” (Romanos 3:23 – TLA)
Conforme pasó el tiempo, y gracias a Jesús, para todos nosotros sucedió que:
- Nuestros pecados fueron perdonados: “[…] el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados […]” Mateo 9:6 – NTV
- Pudimos hacer las paces con Dios y ser salvos: “Cuando éramos enemigos de Dios, él hizo las paces con nosotros a través de la muerte de su Hijo. Con mayor razón ahora que somos amigos de Dios, él nos va a salvar por medio de la vida de Cristo.” Romanos 5:10 – PDT
- Fuimos hechos justos: “ […] Las personas son declaradas justas a los ojos de Dios cuando creen que Jesús sacrificó su vida al derramar su sangre […]” Romanos 3:25 – NTV
La venida de Cristo permitió que se abriera un sendero para nuestro encuentro con Dios; así lo expresó Jesús cuando dijo de sí mismo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Sin mí, nadie puede llegar a Dios el Padre.” Juan 14:6 – TLA
Finalmente puedo decirte que otra de las cosas que nadie me advirtió es que en la iglesia, me toparía con una multitud de personas dispuestas a amarme, a ser pacientes conmigo, a acompañarme, enseñarme, restaurarme, personas comprometidas, que aman a Dios, entre muchas otras cosas, y que aunque tienen defectos y pecan al igual que yo, me han enseñado a estar siempre delante de Dios para ser mejor cada día.
Hoy, y en muchos sentidos, todos ellos son más grandes tan solo porque Cristo vive en sus corazones, ¡y a eso le llamamos gracia! por cuanto no merecíamos nada de esto, Dios permite que así sea!
Te invito a conocer al Dios que te perdonará, te justificará y será justo contigo siempre, como lo hace con muchos.
¡Hoy te bendigo!
Escrito por Jonathan González (@achristian_walk) para www.conectadosconcristo.com