“Que la belleza de ustedes no sea la externa, que consiste en adornos tales como peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos. Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios”.

(1 Pedro 3:3-4 NVI)

Los estereotipos de belleza han erosionado nuestra identidad como hijas de Dios. El reflejo en el espejo evidencia un sinnúmero de defectos que son reafirmados con palabras despectivas y fuertes juicios descalificando nuestra feminidad. Creemos en mentiras como que las medidas perfectas son 90-60-90, que tenemos que ser ultradelgadas para vernos bien y que si cambiamos nuestra apariencia quizás esa persona que se niega a amarnos como queremos, volverá a enamorarse de nosotras.

Ser auténticas debe ser el mayor acierto de nuestras vidas. Esclavizarnos voluntariamente para agradar a otros buscando aceptación es absurdo. Dios nos creó especiales y únicas. Me atrevería a afirmar que al intentar modificar su obra es como si le dijéramos de manera directa que se equivocó al pensar en nosotras como realmente somos.

Es hora de que entendamos que aquel que no nos ama, valora y respeta como somos, es porque no nos merece. Una mujer bella tiene como patrón de medida a Cristo. Su verdadera belleza no procede de las joyas preciosas, hermosos vestidos, costosos accesorios y largas horas en un salón de belleza, sino de la paz y tranquilidad que reflejamos cuando evitamos que terceras personas o circunstancias externas nos amarguen.

Es imprescindible cambiar nuestra manera de pensar. En Filipenses 4:8 el Apóstol Pablo nos pide considerar bien todo lo verdadero, lo respetable, lo justo, lo puro, lo amable, lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio ¿por qué aplicar ese consejo solo hacia los demás y no hacerlo por nosotras? a lo mejor tu respuesta sea que soy egocentrista, egoísta y arrogante por sugerirlo, por mi parte acepto tu posición pero abiertamente no la comparto.

He leído infinidad de artículos en los que se dan consejos para ser mucho más atractivas y mantener viva la llama del amor, el más frecuente es que debemos transformar nuestro look actual porque a los hombres se les enamora por los ojos al ser naturalmente más visuales que las mujeres; sin embargo, pienso con toda sinceridad que mantener una apariencia agradable es necesario, pero no indispensable; impresiona más una actitud de seguridad y empoderamiento que se traduce en mujeres decididas a impactar positivamente su entorno.

Mujer, ¿Quieres llamar la atención donde quiera que vayas? ¿Anhelas generar recordación? ¿Esperas sobresalir frente a la multitud sin pronunciar una palabra? aquí te van mis consejos:

Las medidas perfectas de una mujer bella han sido estandarizadas en el cielo. Fuimos concebidas para grandes propósitos, no estamos de casualidad en esta tierra y no debemos desperdiciar el tiempo que se nos ha concedido en cosas vanas y sin trascendencia alguna.

No es nuestra imagen la que nos define, es nuestra conducta. ¡Levántate y resplandece¡ ¡La gloria del Señor brilla sobre ti! (Isaías 60:1).

  1. Renueva tu mente y cuida tus pensamientos: Si trabajas en lo que hay en tu interior y retiras los pensamientos negativos que se traducen en un semblante de amargura, irradiarás la luz que desde tu corazón produce la sanidad. Decide agradar a Dios antes que a los hombres, esto te dará la pauta de vestuario y comportamiento que necesitas (Romanos 12:1-2).
  2. Fija tu mirada en las cosas del cielo y no en las de la tierra: Cuando tenemos claro nuestro propósito nada nos distraerá en el intento de cumplirlo a cabalidad. Cuanto más avancemos, más profunda y brillante y será nuestra mirada (Hechos 12:2).
  3. Si no edifica no lo digas: Abre tu boca con sabiduría y habla con total prudencia. Que tus palabras sean de edificación para exaltar las virtudes de las personas con las que tienes la oportunidad de conversar. Sé positiva y optimista. Aprende a ver lo mejor en las peores circunstancias (Proverbios 31:26).
  4. Protege tu corazón: Eres protectora de tu esencia. Lo mejor de ti misma está resguardado en tu corazón. Cada latido te da la fuerza para caminar erguida por los más áridos terrenos. No expongas tu intimidad ante desconocidos. Guárdalo como el tesoro más costoso que puedas llegar a tener, porque de allí emana la vida (Mateo 15:18-19).
  5. Deja la queja atrás: La queja constante retrasa las bendiciones. Lleva tus cargas con fuerza y dignidad todos los días a la cruz. Jesús transformará tu queja en una paz duradera, mientras esperas su intervención. Decide ser agradecida por lo que ya has recibido. Perdona para que no vivas esclava del rencor, así Dios perdonará tus faltas (Colosenses 3:13).
  6. Da pasos de fe: ¡Avanza! No te detengas. Cuéntale al mundo lo que Dios ha hecho por ti. Da testimonio de la presencia del Señor en tu vida. Hazlo no solo con palabras sino con hechos. Toma el control en tus pruebas y conviértelas en oportunidades para adquirir experiencia y así, poder ayudar a otros ¿A quién no le gustan las buenas noticias? anúncialas, no esperes más (Isaías 52:7).
  7. Fortalece tus rodillas: Ora por todo y por todos. Incluye al Señor en tus planes. Que sea Él quien te abra puertas que nadie pueda cerrar. Que cada paso que des y cada decisión que tomes esté precedida por su consentimiento, así tendrás éxito (Filipenses 4:6).
  8. Que la generosidad sea tu bandera de batalla: Extiende tus manos para ayudar a quién lo necesite; tú puedes ser las manos y los pies de Jesús en esta tierra (Proverbios 31:20).
  9. Actúa con humildad: Aparta de ti la soberbia y la arrogancia. Nadie te ha nombrado juez de quienes te rodean. Reconoce a Dios en todos tus logros. Acepta que nada de lo que tienes o has alcanzado, proviene de tu esfuerzo. Entiende que nadie está por debajo de ti. Eres amada por Dios al igual que todos los demás seres de este mundo (Romanos 2:3).
  10. Permanece atenta: Dios te habla todo el tiempo, te guía y aconseja; sin embargo, no escuchamos atentamente su voz o lo que es peor la escuchamos y pretendemos silenciarla para hacer nuestra voluntad y no la suya. Entre más te acerques al trono de la gracia, será más factible que experimentes el verdadero amor y al sentirte especialmente amada, podrás brindar lo mejor de ti a quien lo necesite (Hechos 7:31).

Esfuérzate por tener un corazón sano, repite una y otra vez lo que tu creador dice de ti, hazlo en voz alta mientras caminas…¡soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien! (Salmos 139:13-14). No te desanimes por lo que escuches que no te honra en lo absoluto, honra tú al mundo con tu presencia…eres faro y luz y eso nada ni nadie lo puede anular.

“Serás en la mano del Señor como una corona esplendorosa, ¡como una diadema real en la palma de tu Dios!”

(Isaías 62:3 NVI)

Escrito por @lilodesierra