“Pero, cuando se manifestaron la bondad y el amor de Dios nuestro Salvador, Él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia, sino por su misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo, el cual fue derramado abundantemente sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador”
(Tito 3:4-6 NVI)
Erróneamente pensamos que podemos comprar nuestra salvación, si acumulamos puntos con el Señor como si fueran millas aéreas, por la suma de obras de misericordia que realizamos en esta tierra.
Sobornar al Señor es inaceptable. Yo hago esto si tú me das lo que creo que necesito. Él sabe lo que nos hace felices y aquello que nos falta y créanme no necesita que le demos nada material ni ningún sacrificio sin trascendencia para concedernos algo. La única ecuación válida para Él es que a través de nuestra obediencia, le demostremos nuestro amor para que así, Él recompense nuestro esfuerzo no con una, sino con un millón de bendiciones.
No es por nuestra inteligencia o gran fuerza que alcanzamos nuestras metas. Ser personas generosas, bondadosas y honestas es el resultado de una verdadera relación con Dios en la que por gracia, recibimos lo que aveces no merecemos. Cuando lo reconocemos como nuestro salvador, le damos autoridad para que gobierne nuestra existencia y el resultado transciende hasta los cielos para darle la gloria y la honra a Él y sólo a Él por lo que en su Espíritu logremos alcanzar.
Oremos
Padre, soy lo que soy gracias a ti. No has escatimado esfuerzos, ni has apartado tu mirada de mi. Me has tenido siempre en alta estima a pesar de mis fallas. Gracias por hacer de mí una persona generosa y bondadosa. Espero que tu presencia en mi vida se note, sin que yo tenga que alardear de las obras que yo llegue hacer por quienes me rodean. Señor, que mi mano izquierda no se entere de lo que hace la derecha y que tu gracia me alcance cada día de mi vida. En el nombre de Jesús y bajo la unción de tu Santo Espíritu, amén.