“DIOS a través del fútbol me enseñó que no siempre jugamos de delanteros” – Mr. Cesos

Desde niño siempre quise jugar de delantero, arriba donde está la magia, donde se hacen los regates y las fintas, donde las florituras encienden de lírica el estadio y en donde el corazón de los hinchas explota de euforia o se recoge de angustia.

Allá en el área de guerra, donde sólo los valientes se atreven y se separan los hombres de los niños consentidos, es donde quiero estar; destinado a los aplausos y los gritos de gol, liviano y ágil como una mariposa, escurridizo y letal como la serpiente.

He admirado a varios jugadores a través de mi corta existencia por sus diferentes habilidades, pero si hacemos un recuento de sus nombres podemos descubrir que la mayoría de ellos son delanteros, son quienes marcan los goles y avivan la fiesta del fútbol, porque como dice Andrés (un amigo) “goles son amores y no buenas intenciones”.

El delantero es el paladín del fútbol, es el que enfrenta gigantes, pero aquellos llamados defensores son jugadores que siempre consideré como torpes que nunca pudieron llegar a ser un goleador, que al no poseer el poder de la fascinación en los botines arremeten con furia en contra del poeta.

Un pase al vacío, la respiración se entrecorta, los corazones laten aceleradamente, el tiempo se hace metálico, pesado y un segundo es eterno, prendo carrera y atrapo el balón, un amago y un árbol sin cintura queda tieso a mitad de camino, y miro con ferocidad el arco, me acerco a toda velocidad, aprieto los dientes.

David, Abraham y Moisés por nombrar algunos fueron hombres que hicieron parte de los delanteros de DIOS, ellos fueron quienes marcaron los goles y quedaron en el historial de los héroes de la fe, pero hubo otras vidas que contribuyeron al reino y apenas se mencionan, como la esclava de Naaman a quien DIOS usó para que él se sanara de lepra.

Ella juega no juega de delantera, no va a marcar goles, no es el profeta Elías ni siquiera es la protagonista del milagro, sino su amo Naaman, pero se dejó usar para que el nombre de DIOS y su inmenso poder fueran conocidos, ella es un defensa o tal vez un volante, no es la figura del equipo pero igual contribuye a que éste gane.

Alguna vez escuché la historia de un misionero que llegó a una apartada región en África en busca de evangelizar a una tribu, llegó como médico y los nativos no le permitieron nunca dar palabra ni testimonio de su DIOS, sin embargo ofició como su médico, convivió con ello y los amó; luego de su muerte y gracias a su ejemplo, los nativos fueron quienes pidieron enviaran otro misionero porque querían conocer al DIOS de aquel hombre… y la misión se cumplió.

Tal vez no todos estemos para portar la camiseta número diez (10), la nueve (9) o la siete (7), las que por lo general portan las figuras del equipo, tal vez llevamos un feo cuarenta y uno (41) y somos la última opción del técnico, pero tenemos un propósito en nuestra vidas, una misión de parte de DIOS que hará que su reino se expanda, que hará que muchos más conozcan su nombre. Porque no debemos olvidar que ÉL es el número uno y lo más importante.

De repente siento una patada criminal a la altura de la rodilla, y una descarga eléctrica me recorre la espina dorsal, mis ojos se nublan y caigo aparatosamente en el piso dando botes, la gente se levanta y grita: ¡Falta juez!, me retuerzo en el suelo del dolor y de pronto se acerca quien intentó asesinarme y me dice: “Dedícate a escribir poemas princesa”, lo que le hizo merecedor a una tarjeta roja. En medio del dolor entendí que la magia tiene su precio y el ser gregario también.

 Tal vez el gran DT no nos escogió como el mejor goleador de la temporada, tal vez sólo seamos el asistente del aguador, pero pertenecemos al equipo ganador y de nosotros depende dar lo mejor desde nuestra posición y desde lo que podemos hacer para que el equipo del reino continúe en racha de triunfos y se escuche al respetable vitoreando al rey de reyes: ¡Olé, olé, olé, olá… JESÚS, JESÚS!

Escrito por Mr Cesos para www.conectadosconcristo.com