Ya estamos a puertas de terminar un año más e iniciar uno nuevo, es costumbre hacernos las preguntas ¿qué sucedió? ¿qué cosas buenas y malas dejó? ¿cuáles fueron las metas no cumplidas y las resoluciones que no se llevaron a cabo? Y, con todo esto llegan también las promesas para los 12 meses siguientes.

Normalmente se desea que las cosas y circunstancias vividas no vuelvan a pasar, se quiere un cambio para no repetirlas y lograr ver realizados nuestros proyectos; también lo más anhelado es cumplir la misión que se nos fue dada, nuestro propósito. Para ello, hay que empezar por hacernos la pregunta ¿quiénes somos? y comprender la respuesta de la misma. 

Esto es importante por la sencilla razón de que no puede haber éxito si no se tiene claro quiénes somos. Entonces es allí que nuestro valor es cambiado, ya no es por lo que poseo, cuántas personas conozco, cuánto dinero tengo, mis dones, habilidades o mi conocimiento. 

El valor está en la imagen de Dios en el hombre esto le da identidad, dignidad, integridad y libertad. Entonces la lista anterior pasa a ser añadiduras. Una vez se entiende que la identidad de los hijos de Dios está basada en la vida de Él, cambian nuestras metas y propósitos para el nuevo año ¿Por qué? por la sencilla razón de que todo lo que hago, lo hago porque soy y no para ser alguien.

«Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.»

Efesios 2:10 RVR1960

Lo cual cambia todo completamente, los propósitos y metas para el año nuevo empiezan a ser diferentes y por ende se verán cumplidas ya que se entiende que 

«…Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.»

Gálatas 2:20 RVR1960

 

Escrito por Nina Gutiérrez para conectadosconcristo.com