¿Cuántas veces hemos escuchado a nuestro alrededor decir: lo siento, ya es demasiado tarde? ¿Cuantas veces nos hemos topado con personas que piensan que han cometido tantos errores que ya no queda nada que hacer; sumidos en una mala perspectiva de sí mismos se lanzan al olvido y a lo que (según ellos) la vida les depare? Si bien todos tenemos problemas, no siempre somos capaces de afrontarlos de la mejor manera. Aún más difícil pareciera ser cuando ya somos creyentes o tenemos conocimiento de la Palabra de Dios. Es como si una vocecita en nuestro interior nos dijera que ya agotamos los boletos de perdón que Jesús nos dio y no hay más remedio para nosotros. Si escuchas esas voces debes saber una cosa: ése no es Dios, y eso no es verdad.

Una joven de mi ciudad compartió la siguiente historia:

“Nací y crecí en una familia cristiana de sana doctrina y principios cristianos. Por mucho tiempo asistí a la iglesia e incluso llegué a formar parte del grupo de alabanza de la misma. Sin embargo, en mi etapa universitaria me desvié del camino. Poco a poco empecé a alejarme de Dios y de quienes eran una buena influencia para mi vida. Cuando por fin reaccioné ya estaba tan lejos de Dios que, aunque quería, no veía escape al hoyo en el que había caído.”

Al escuchar historias como estas muchos podríamos juzgarle y basarnos en que ella tenía conocimiento y falló. No obstante, eso no lograría que alguien desesperado por ayuda logre restaurarse y seguir adelante. Otros podríamos decir que fue débil pero aún puede volver a Dios.

Ahora bien, ante cualquier situación que enfrentemos contamos con un manantial fresco y rebosante de sabiduría que ilumina nuestro camino al andar. La Biblia, la Palabra del único y sabio Dios. ¿Pero qué nos dice ella cuándo sentimos que ya ni nuestro amado Padre puede perdonarnos?

“Tú, pues, hijo de hombre, di a la casa de Israel: Vosotros habéis hablado así, diciendo: Nuestras rebeliones y nuestros pecados están sobre nosotros, y a causa de ellos somos consumidos; ¿cómo, pues, viviremos?  Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?” (Ezequiel 33:10,11 RVR1960)

¡Qué maravillosa noticia! Lo que vemos en esta porción de Ezequiel no es más que el mejor ejemplo de amor que podemos recibir. El amor de Dios nuestro Padre. En forma clara y precisa Dios nos demuestra que nunca es demasiado tarde. Que no es su deseo que muramos o vivamos lejos de Él sino que vivamos. ¿Por qué darlo todo por perdido si el mismo Dios del cielo nos ama con tan grande amor que quiere devolvernos a su camino?

Un pasaje muy conocido del Nuevo testamento vislumbra también éste inmenso amor de Dios por el hombre pecador. Juan capítulo 8 nos narra la historia de una mujer adúltera a punto de ser lapidada por el pueblo y cómo nuestro Señor Jesús, con su infinito amor y misericordia, salvó su vida.

“Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.”

(Juan 8:7 RVR 1960)

Así que, si te sientes aislado y consideras que ya has hecho hasta cuanto has podido sin ningún resultado positivo o que genere un verdadero cambio, debes estar atento a lo siguiente. Ezequiel nos da una porción bien interesante para aquellos que hemos caído pero no sabemos cómo levantarnos.

“Y cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; si él se convirtiere de su pecado, e hiciere según el derecho y la justicia, si el impío restituyere la prenda, devolviere lo que hubiere robado, y caminare en los estatutos de la vida, no haciendo iniquidad, vivirá ciertamente y no morirá. 16 No se le recordará ninguno de sus pecados que había cometido; hizo según el derecho y la justicia; vivirá ciertamente.”

(Ezequiel 33:14-16 RVR1960)

¡Y no sólo Ezequiel! El mismo relato de la mujer adúltera nos muestra en una forma simple las palabras de Jesús a ésta mujer que se encontró con la gracia del Salvador.

“Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.”

(Juan 8:10, 11. RVR 1960)

Para resumir, es cierto que Dios es justo y juzgará el pecado del hombre (Heb 9:27) pero esto no significa que si pecamos ya todo está perdido. Romanos 6:23 nos dice: “Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. Lo que nos demuestra que no todo está perdido. Hay esperanza para aquello que se acercan a Dios con un corazón arrepentido. Si aún no has conocido a Dios, hoy tienes la oportunidad de acercarte a él. No hay pecado o error demasiado grande que Él no pueda perdonar o arreglar. La Palabra de Dios no dice en 2 de Corintios lo siguiente:

“Porque dice: En tiempo aceptable te he oído, Y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.”  ( 2 Corintios 6.2 RVR 1960)

No esperes más. Te invito a que te acerques con confianza a Jesús. Él no busca señalarte, Él quiere darte vida. Habla con Él donde más cómodo te sientas. Él está en cualquier lugar y escucha a todo corazón que se acerque a Él con sinceridad. Dios te bendiga.

Escrito por Raquel Roa, para www.conectadosconcristo.com