“El SEÑOR le dijo a Moisés: 2 «Manda a los israelitas que te traigan aceite puro de olivas prensadas, para la iluminación del santuario. Así las lámparas se mantendrán siempre encendidas. 3 Aarón preparará las lámparas en la Tienda de reunión, fuera de la cortina del pacto, para que ardan delante del SEÑOR toda la noche. Éste será un estatuto perpetuo para las generaciones venideras. 4 Las lámparas que están sobre el candelabro de oro puro se mantendrán siempre encendidas delante del SEÑOR. Los panes ofrecidos al Señor 5 »Toma flor de harina y hornea doce tortas de pan. Cada torta debe pesar cuatro kilos. 6 Ponlas ante el SEÑOR sobre la mesa de oro puro, en dos hileras de seis tortas cada una. 7 En cada hilera pondrás incienso puro. Así el pan será una ofrenda memorial presentada por fuego al SEÑOR. 8 Este pan se dispondrá regularmente ante el SEÑOR todos los sábados. Éste es un pacto perpetuo de los israelitas. 9 El pan les pertenece a Aarón y a sus hijos, quienes lo comerán en un lugar santo. Es una parte sumamente sagrada de las ofrendas que se presentan por fuego al SEÑOR. Es un estatuto perpetuo.» Lapidación de un blasfemo 10 Entre los israelitas vivía un hombre, hijo de madre israelita y de padre egipcio. Y sucedió que un día este hombre y un israelita iniciaron un pleito en el campamento. 11 Pero el hijo de la mujer israelita, al lanzar una maldición, pronunció el nombre del SEÑOR; así que se lo llevaron a Moisés. (El nombre de su madre era Selomit hija de Dibrí, de la tribu de Dan.) 12 Y lo pusieron bajo arresto hasta que el SEÑOR les dijera qué hacer con él. 13 Entonces el SEÑOR le dijo a Moisés: 14 «Saca al blasfemo fuera del campamento. Quienes lo hayan oído impondrán las manos sobre su cabeza, y toda la asamblea lo apedreará. 15 Diles a los israelitas: “Todo el que blasfeme contra su Dios sufrirá las consecuencias de su pecado.” 16 Además, todo el que pronuncie el nombre del SEÑOR al maldecir a su prójimo será condenado a muerte. Toda la asamblea lo apedreará. Sea extranjero o nativo, si pronuncia el nombre del SEÑOR al maldecir a su prójimo, será condenado a muerte. La ley del talión 17 »El que le quite la vida a otro ser humano será condenado a muerte. 18 »El que le quite la vida a algún animal ajeno, reparará el daño con otro animal. 19 »Al que lesione a su prójimo se le infligirá el mismo daño que haya causado: 20 fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente. Sufrirá en carne propia el mismo daño que haya causado. 21 »Todo el que mate un animal reparará el daño, pero el que mate a un hombre será condenado a muerte. 22 Una sola ley regirá, tanto para el nativo como para el extranjero. Yo soy el SEÑOR su Dios.» 23 Moisés les comunicó todo esto a los israelitas, y ellos sacaron al blasfemo fuera del campamento, y allí lo apedrearon. Los israelitas procedieron tal como el SEÑOR se lo ordenó a Moisés.” Ojo por ojo, diente por diente Cualquiera que blasfeme o maldiga utilizando el nombre del Señor contra su prójimo, será condenado a muerte. No es una disposición de hombres, fue impuesta por Él mismo. Es una ofensa imperdonable que nos separa de su corazón. Se nos presenta en éste capítulo la ley del talión, en el que el castigo era directamente proporcional a la ofensa cometida, imagínate si nuestro Padre fuera implacable y aplicara ésta ley con nosotros, pensaría que en algunos casos, sufriríamos grandes tormentos y dolores, a causa de nuestras acciones necias que de ninguna manera lo hacen feliz. Pero Él es generoso, amoroso y perdonador, lo que si queda claro es que retarlo, desobedecerle e ignorarlo no nos conviene para nada. Mi Dios, mi Rey, mi salvador, mil gracias por tu fidelidad y amor. Gracias por tenerme en cuenta para tu obra, por la luz que le das a mi vida en toda circunstancia. Deseo honrarte y adorarte en todo lo que haga, fortaléceme, apóyame y respáldame en el camino emprendido para ser transformado(a) en el hombre (mujer) que tú has querido que yo sea. Me acojo a tu santa voluntad, en el nombre de tu hijo Jesús, amén.Texto Bíblico
Levítico 24 (NVI)
Iluminación del santuario
Reflexión
La fidelidad que como creyentes debemos profesar, demuestra la estrecha relación única y personal que tenemos con nuestro Dios y debe ser evidente en la cotidianidad de nuestra existencia y en los momentos espirituales más profundos. Su luz será permanente, aún en las situaciones en las que no vemos una salida clara a nuestros problemas; jamás se extingue, es perpetua generación, tras generación. Él hizo un pacto eterno con nuestros antepasados y se ha mantenido vigente por los siglos de los siglos. Con la luz y guía del Espíritu Santo, actuamos de tal manera que no se tome su santo nombre a la ligera, hemos adquirido la responsabilidad de extender su reino en la tierra, de permanecer fieles a sus estatutos y preceptos, lejos del pecado que trae consecuencias nefastas para el ser humano.
Oremos