Hoy quiero compartirte un proceso en el que he estado y me ha representado un reto bastante grande. Cuando pertenecemos a una iglesia y decides formarte dentro de la misma puede que llegue un momento en que cada proceso de formación lo comienzas a ver como un trámite a cumplir para llegar a una posición y me di cuenta que caí en eso. En ese proceso me observé cumpliendo como se esperaba de mi más por parecer que por ser, con afán de tener un título que Cristo ya me ha dado y sin darme cuenta andaba buscando entre la aceptación de los demás.
El propósito de Dios con nuestras vidas, estoy seguro de que es que crezcamos y disfrutemos la vida que nos regaló, que aportemos a otros y dejemos un legado. En ese camino la iglesia ofrece un lindo entorno en donde se te facilita crecer y ser formado incondicionalmente. Me encontraba de ministración en ministración, de proceso en proceso sin realmente disfrutarlo y pensando en el fin en vez del proceso. Mi líder no tardó en llamarme la atención al notarlo y ahí fui consciente de esto que hoy te cuento. Sin embargo, a veces no filtramos lo que nuestros líderes nos dicen y mi reacción fue intentar ser lo que me estaba pidiendo, parecer más espiritual, parecer más sabio, parecer más expresivo, parecer más conectado con Dios. A pesar de que fui consciente de lo que me estaba diciendo mi líder mi acción o decisión no fue la mejor. A veces tenemos el diagnostico, pero no tenemos ni idea de cuál es la cura, aunque parezca evidente. En las siguientes ministraciones intenté mostrarme diferente, pero llevar la carga de parecer es muy pesada, no pude llevarla, me rendí y sentí a Dios recordarme algo que he escrito en muchos de mis artículos, no se trata de PARECER sino de SER. La cura a mi enfermedad era disfrutar el proceso y ser quien soy sin intentar impresionar a nadie más que a Dios. No se imaginan cuanto he avanzado desde que me di cuenta de esto y comencé a ser yo sin temor y a disfrutar cada proceso, oración y/o ministración.
Con mi historia quiero retarte hoy a SER quién ERES, sin máscaras, sin secretos, sin sed por la aprobación. Cuando eres autentico eres inquebrantable, eres imparable. Cuando eres autentico vives feliz, disfrutas lo que haces para Dios y, sobre todo, inspiras a otros a hacerlo de corazón. Recuerda que tú eres líder ya, Jesús nos hizo lideres potenciales a todos sin excepción cuando nos encomendó la misión de ir y hacer discípulos. Y no solo puedes ser líder en una iglesia o célula, puedes ser líder en donde te encuentres, dejando de parecer y más bien siendo tú mismo, autentico. Hay mil lugares donde Dios te puede enviar a ser líder, dentro o fuera de una iglesia, creando empresa, emprendiendo, proyectándote, soñando. No busques un título que ya tienes y el mismo Dios te dio, sé tú e impacta, levanta, ayuda, aporta a otros. Muchos necesitan de eso que sabes, de ese don que Dios te dio, necesitan escuchar tus palabras, necesitan conocer tu Dios. ¡Ánimo! ¡Sé que tienes todo y lo lograrás!
¡Bendiciones emprendedor! Escrito por David Andrés Rincón para www.conectadosconcristo.com