Hay desiertos que en la vida debemos pasar y no necesariamente son creados por nosotros, ni tampoco son de esos lugares que deseamos entrar voluntariamente, ya que allí se pone a prueba todo tu ser y todas tus emociones salen a flote y es muy difícil tomar control de ellas.
Estando en el desierto te formas, pero mientras lo haces debes seguir haciendo todo común y corriente aunque por dentro te sientas muy mal, eso complica más las cosas, ya que en el desierto nos sentimos secos, es un tiempo solo para nosotros pues no sólo te secas sino también te sientes débil.
Pero es en ese lugar precioso, donde salimos fortalecidos, es allí donde vemos todo lo malos que somos sin Dios, es allí donde puedes ver perfectamente tus debilidades y también vez la mano de Dios obrando en tu vida. Lo hermoso de un desierto es ver cómo Dios te da comida y agua, te alimenta de una manera que tú ni notas lo que está haciendo a tu sistema espiritual.
Una vez que se sale de este lugar notas la diferencia, te miras al espejo la palabra de Dios y puedes ver los cambios que hay, no eres el mismo y entiendes la necesidad de pasar por ese lugar tan desolador.
Deléitate y disfruta de esos momentos que son donde Dios se deleita en formarte y cuidarte, tú disfruta de su soberanía.
Escrito por Nina Gutiérrez para www.conectadosconcristo.com