“Los que siguen a ídolos vanos abandonan el amor de Dios”

(Jonás 2:8 NVI)

Esa persona, actividad o cosa en la que centras tu atención y a la que le dedicas el 100% de tu tiempo es tu dios. Nuestra rutina diaria se rige por los afanes y nuestra agenda está llena de ocupaciones que cumplir. Dejamos a nuestro creador en último lugar y le ofrendamos las sobras, el rezago, lo último y en definitiva es algo que a Él le desagrada.

Me gustaría que por un segundo te pusieras en su lugar. ¿Cómo te sentirías si tu esposo o tus hijos no te dieran el saludo de buenos días, no te agradecieran el haber preparado el desayuno, no te demostraran amor con un beso o un abrazo, te ignoraran en tu regreso a casa y se acostaran a dormir sin una muestra de su respeto o cariño?

Nuestro Dios merece toda nuestra atención, cada segundo de nuestro día. Él debe ser nuestra prioridad. Orar y meditar en su palabra en la mañana, esperar durante el día que sus promesas sean cumplidas y reflexionar en la noche buscando perdón, paz y consuelo entre sus brazos. Usarlo como si fuera un amuleto para que nos de buena suerte, no tiene los efectos eternos que posee una actitud de humildad, agradecimiento y honestidad en nuestra relación personal con Él.

Su amor es inagotable. Lo único que puede alejarnos de su voluntad, es nuestra decisión de apartarnos de su lado. Caminar de su mano, nos garantiza no una vida sin pruebas ni vicisitudes, sino una gobernada por la valentía y el poder del aquel que ha vencido, venció y vencerá el mal siempre por nosotros.

Oremos

Perdóname Señor, por dejarme llevar de los afanes diarios y no dedicarte el tiempo que mereces. Reconozco delante de ti mi apatía y mi falta de disposición. Te pido que fortalezcas mi fe y me ayudes a restaurar mi relación personal contigo, fortaleciéndola a tal punto que nada ni nadie pueda impedir que tú y yo seamos los amigos incondicionales que siempre debemos ser. Te amo Jesús, amén.