“Dichosos ustedes que ahora pasan hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes que ahora lloran, porque luego habrán de reír”
(Lucas 6:21-28 NVI).
Me quiebro, grita mi alma angustiada; golpeada por la fuerza de un tsunami de emociones; duele, sangra, lloro y no puedo callar las voces en mi mente que me desaniman a continuar luchando por mi sueño. Arrodillada frente a mi cama, clamé y pedí al Dios del cielo una oportunidad, repetí una y mil veces que no quería defraudarlo y que si Él decía sí, haría todo lo que estuviera a mi alcance por cumplirle.
El tiempo pasa y siento que he fracasado. No puedo más, decidí creer, amar, luchar, pero me rindo ante el ímpetu de mi propio orgullo, que con desdén disfruta mi derrota. Luna llena testigo de cada lágrima, cada palabra susurrada clamando perdón y fuego en mi interior; pero el silencio desgarrador, la indiferencia y la rudeza del viento que amenazaba con derribarme han logrado su cometido.
Decido callar, mil palabras sin sentido no lograran evitar que el frío gobierne mi corazón. Jesús me vio, me amo cuando nadie más lo hizo, en medio de mi imperfección me hizo sentir valiosa ante sus ojos y esa es la esperanza que llena hoy mi mente y todo mi ser. Volver a sentir ese primer amor, tener la seguridad de ser especial y única para aquel que me acepta tal cual soy, es lo único que me sostiene en pie.
Me encuentro en el punto cero, desesperada y sin esperanza. Lo veo venir y me postro ante su presencia porque necesito de su poder sanador en éste preciso instante. Ya no hay gozo pero volveré a cantar, porque el Príncipe de paz marcha victorioso hacia mí.
Anhelo recuperar el tiempo perdido, nada tiene sentido si Él no está conmigo. Lo amo, lo necesito, mi plan cumplido está, el propósito de haber pasado por su vida ya fue consumado. Ha llegado la hora de continuar, de descansar, de dar un paso al costado para permitirle crecer y llegar a ser lo que el Señor ya tiene planeado para él en el futuro. Tiene razón cuando dice que no paro de quejarme, que no soy nadie para juzgar y señalar; soy solo una mujer en TODO el sentido de la palabra que hoy decide callar para dejarlo obrar. No tengo el poder de cambiar mi realidad, soy solo una simple mortal y mi felicidad está entre sus brazos.
Es maravilloso el camino recorrido. Sé que Dios me escucha y me entiende, está cerca de mí, me cuida y evita que sufra daño alguno. (Salmos 34.17). No me creo más de lo que Él ha hecho de mí. Una mujer sincera, honesta, con principios; he perseverado, pero he olvidado mi primer amor. He permitido que el sol del desierto que hoy hay dentro de mí, seque mis ilusiones.
Decido creer una vez más, esforzarme por hacer de nuestra relación una que honre mi amor por ti. Lo que soy te pertenece, visualizo mi presente y mi futuro junto a ti, hasta el final de mis días y después de partir. Tengo fe, me aferro a mis promesas sabiendo que hay condiciones que debo cumplir y asumo mi responsabilidad. Lo intentaré hasta que tú digas ya no más, estaré atenta a tus instrucciones, a actuar conforme a tu voluntad, solo dame la fuerza que necesito para vencer mi propio yo.
“Las lágrimas que derramamos cuando sembramos la semilla, se volverán cantos de alegría cuando cosechemos el trigo”.
(Salmos 126 TLA)
Escrito por Lilo de Sierra para www.conectadosconcristo.com
Dios nos rescata de las profundidades de nuestra psiquis; estos procesos son en extremo únicos y milagrosos; muy pocos logran desnudos de tales procesos como vos con esa detallada narración en primera persona. Interesante prima; Dios te guíe en tus propósitos.
Primito, seguimos en entrenamiento. El Señor nos lleva por caminos insospechados para que alcancemos su gloria en circunstancias extremas. Te quieroooo
Lilo, qué locura que puedas poner en palabras lo que tal vez siento yo en mi ser. He estado profundamente triste y pareciera que ni el amor de Dios me trae consuelo. Pero tú me recuerdas que Él es el único que me ama más que nadie, no yo misma… te pido que otra por mí una vez más para que Dios, Su amor derribe todo argumento mentirosos que se ha vuelto fortaleza en mí y llene cada vacío oscuro de mi corazón, por favor. Anhelo volver a nuestro primer amor con mi Señor…
Te lo dije, tenemos las mismas luchas…acudir a Él SIEMPRE es la solución…un abracito…
Te pido que ores ****por mí una vez más (corrección)
claro que sí…cuentas con nosotros 🙂