TEXTO BÍBLICO
“Estas son las palabras del Maestro,[a] hijo de David, rey en Jerusalén.
Vanidad de vanidades —dice el Maestro—,
vanidad de vanidades, ¡todo es vanidad!
¿Qué provecho saca la gente de tanto afanarse bajo el sol?
Generación va, generación viene, mas la tierra permanece para siempre.
Sale el sol, se pone el sol; afanoso vuelve a su punto de origen para de allí volver a salir.
Dirigiéndose al sur o girando hacia el norte,
sin cesar gira el viento y de nuevo vuelve a girar.
Todos los ríos van a dar al mar, pero el mar jamás se llena.
A su punto de origen vuelven los ríos, para de allí volver a fluir.
Todas las cosas cansan más de lo que es posible expresar.
Ni se sacian los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír.
Lo que ya ha acontecido volverá a acontecer;
lo que ya se ha hecho se volverá a hacer.
¡No hay nada nuevo bajo el sol!
Hay quien llega a decir: «¡Mira que esto sí es una novedad!».
Pero eso ya existía desde siempre, entre aquellos que nos precedieron.
Nadie se acuerda de las generaciones anteriores, como nadie se acordará de las últimas.
¡No habrá memoria de ellos entre los que habrán de sucedernos!
(Eclesiastés 1 NVI)
REFLEXIÓN
La sensación de querer mejorar nuestra calidad de vida es frecuente y mucho más en estos tiempos de inestabilidad, inseguridad y tanta tragedia que los medios de comunicación a diario nos venden, con sus mil y una noticias negativas de situaciones inesperadas alrededor del mundo.
Nuestra salud mental está en juego. Pensamos en huir de aquello que nos genera estrés o ansiedad. Aunque ganamos más, el poder adquisitivo ha ido disminuyendo a causa del costo elevado de una canasta familiar afectada por las decisiones políticas y sociales que nuestros dirigentes por motivos personales toman a diario, omitiendo las necesidades del pueblo que clama por paz, equidad, transparencia y honestidad. Incendios, temblores, inundaciones, derrumbes, guerras y muchas otras cosas más que se salen de nuestro control humano nos impulsan a sentir temor por el futuro.
Sin embargo, me pregunto como lo hizo el rey David… ¿Vale la pena afanarse?… Dios ya ha escrito lo que viene para cada uno de nosotros y su objetivo siempre será nuestro bienestar. Cada prueba trae una bendición, solo se requiere que la asumamos con la actitud correcta.
Hacer iglesia va más allá de las cuatro paredes de nuestra congregación, cualquiera a la que asistamos. Somos las manos, los brazos y los pies de Jesús en esta tierra y hemos sido llamados a servir desde nuestra capacidad. Con nuestra queja e inconformidad no podemos cambiar las circunstancias anteriormente mencionadas, pero con fe y oración marcaremos la diferencia. Podemos hacer mucho desde nuestra humanidad, siendo luz a dónde vayamos.
Evitemos multiplicar el mensaje de terror, para tener conversaciones positivas o brindar esperanza dando consejos alineados a la voluntad del Señor. Un abrazo y una sonrisa, puede cambiar la realidad de alguien que se siente solo o está pensando en quitarse la vida. Palabras de afirmación, en lugar de críticas mutuas sobre nuestra apariencia, puede fortalecer la baja autoestima de alguien que ha sido maltratado por no cumplir los estándares del mundo. Una llamada o visita a un enfermo puede animarlo a seguir luchando por su sanidad. Brindar un vaso de agua o un pan a quien lleva días sin comer, lo hará sentirse bendecido en medio de la escasez. Todo lo anterior, habla más de quien eres en Cristo, que acumular bienes materiales por doquier para impresionar a aquellos a quienes no le importas.
Con la claridad de que nuestra salvación no se da por obras, acumular coronas en el cielo debe ser una prioridad diaria para el cristiano, si su propósito de vida es agradar a Dios. Estas coronas son claras: generosidad, amor, paciencia, bondad, misericordia, perdón, templanza, fe, gozo, paz. Si logramos vivir izando estas banderas, podremos presentarnos dignamente delante del Señor, sin el temor de no haber cumplido el encargo que como seguidores de Cristo tenemos al haber nacido de nuevo.
Alabanza sugerida
Canción: Confío en Dios – Enroca Worship
Ver video aquí: https://bit.ly/3OSAr2q
OREMOS
Amado Señor, gracias por elegirme para ser luz en esta tierra. Confías en mí y no quiero defraudarte. Sé que te he fallado una y otra vez y te pido perdón; examina mi corazón y ten en cuenta mi esfuerzo diario para acercarme a ti. Que tu guía nunca me abandone y pueda escuchar tu voz en cada circunstancia que estoy viviendo. Anhelo tu sonrisa más que nada en este mundo. Gracias por mi familia, mi iglesia, mis amigos, mi propósito y mi vida. En el nombre de Jesús, te bendigo y bajo el poder de tu Santo Espíritu he orado. Amén y amén.