TEXTO BÍBLICO

“Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto”.

(Colosenses 3:12-14 NVI)

REFLEXIÓN

Admiro profundamente a Jesús. Fue rechazado, continuamente cuestionado, insultado, jugaron con su dignidad, incomprendido, señalado, difamado, y vilmente torturado y aun así, no renunció a su compromiso de salvarnos. Él hubiera podido no continuar, rendirse y renunciar al propósito que lo había traído a esta tierra, ¡pero no lo hizo!.

Puedes decirme era Jesús, hijo del Dios Todopoderoso quien tenía el poder de soportar esto y más; y yo te voy a responder, era Jesús hijo de Dios hecho hombre y como nosotros, tenía emociones. Sintió rabia, dolor y lloró intensamente, pero fue su capacidad de no dejarse dominar por ellas y su elección de agradar al padre con sus acciones, lo que marca la diferencia entre Él y nosotros, dejando de lado por supuesto, su divinidad por un instante.

Me gustaría poder ser como Jesús, esa es la meta. ¿Pero cómo ser bondadoso y amable con las personas que te humillan, hablan mal de ti y son duros y groseros contigo? ¿Cómo tolerar sin airarse que te griten, sean sarcásticos cuando se dirigen a ti y te minimicen sin tener en cuenta tus pequeños esfuerzos por demostrar amor? ¿Cómo no quejarse o reclamar cuando te das cuenta de que te han mentido, traicionado o pisoteado? ¿Cómo perdonar el maltrato físico o psicológico al que eres continuamente sometido? ¿Cómo ser pacientes ante los ataques o lo que consideras son faltas de respeto hacia tu persona?

Jesús es nuestro mejor ejemplo. Él eligió bien y si lo analizamos y nos lo proponemos, podemos hacer lo mismo. Decidir agradar a Dios antes que a los hombres es la clave. No se trata de aguantar o reprimir nuestras emociones, es cuestión de darnos la oportunidad de pensar en nuestra reacción, a fin de hacer sonreír a Dios. Si definitivamente, las circunstancias nos llevan a estallar podemos llevar a la cruz aquello que nos oprime, es decir, entregarle al Señor a través de una oración sincera lo que nos molesta o nos hiere y podemos pedir la paz que sobrepasa todo entendimiento, que solo puede provenir del actuar del Espíritu Santo sobre cada uno de nosotros. 

Callar ante los demás no nos hace débiles. Pero debemos ser habilidosos en silenciar esa voz interior que cuando estamos enojados, continúa alimentando las emociones negativas en nuestro interior. El rencor y la falta de perdón actúan como un cáncer que carcome nuestra mente y nuestro corazón y nos va envenenando poco a poco. Somos nosotros los que tomamos la decisión de permitir su avance o no.

 Perdonar, callar, amar, respetar y ser bondadosos nos reviste del amor de Dios y desarma por completo a nuestro adversario. Pagar bien por mal, nos hace mucho más fuertes. Proteger nuestra integridad y elegir permanecer tranquilos mientras Dios actúa, es sabiduría. Quejarnos con la persona correcta (Dios a través de la oración) es mucho más efectivo y entender que las emociones son necesarias y que no podemos controlar las reacciones de otros, pero si las nuestras, nos hace vencedores; ten presente todas estas cosas y te será más fácil ser la persona que Dios quiere que seas.

 

Alabanza sugerida:

Canción: Mente Sana – Christine D’ Clario ft. Jonathan David y Melissa Helser

Ver video aquí: https://www.youtube.com/watch?v=SsyABZnF5_A

OREMOS

Señor dame una mente sana para ver tus planes en medio de la neblina en la que me encuentro cuando mis emociones negativas me dominan. Espíritu Santo, controla mis pensamientos y mis reacciones automáticas, toma mayordomía en mis asuntos y levanta mis brazos cuando ya no pueda más. Ayúdame a actuar conforme a tu voluntad y a elegir agradarte antes de ceder ante mis impulsos. Pon guarda a mi boca y has que de ella fluyan palabras de afirmación, amor y edificación. En el nombre de Jesús, amén y amén.