Tenemos un dicho popular en nuestro país: “Las palabras se las lleva el viento…” Una expresión frecuente que incluso sin darnos cuenta, sucede en la vida del creyente.
Hace tres años, con tan solo un año de casado, atravesamos una crisis financiera con mi esposa. Tras casi seis meses sin empleo, deposité lo último que tenía en mis bolsillos como ofrenda a Dios el 31 de diciembre. Recuerdo que ofrecí esa pequeñísima ofrenda (¡menos de un dólar!), convencido que Dios abriría las puertas de los cielos, como está escrito en el libro del profeta Malaquías. Esta pequeña ofrenda estaba acompañada de una gran fe.
Permíteme contarte algunas cosas adicionales. Antes de ese glorioso 31 de diciembre había pasado un doloroso noviembre… Un día entre semana, deprimido, sin empleo (esperando que mi jefe renovara mi contrato, lo cual jamás sucedió), angustiado por las cuentas, pensando en cómo se sentiría mi esposa al lado de un “perdedor”, lloré delante del Señor. Puedo decirte que en realidad estaba pasando por un muy mal momento. En ese momento Dios tocó mi corazón, como lo ha hecho cientos de veces, me llevó a tomar la Biblia y buscar un versículo en particular:
“[…] ¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho? ¿Puede no sentir amor por el niño al que dio a luz? Pero aun si eso fuera posible, yo no los olvidaría a ustedes.”
Isaías 49:15 – NTV
Cuál sería mi sorpresa al saber que nuestro Dios, conocía mi corazón, sabía la situación en la cual me encontraba, y estaba hablando directamente a mi vida en ese preciso instante. Comprendí que había puesto mi fe en aquel jefe y no en el Rey de reyes y Señor de señores.
Como puedes deducirlo, diciembre fue un mes sin empleo, con cuentas por pagar, pero con una firme convicción de que Él estaba a mi lado y que jamás me abandonaría. El año que siguió, finalizando enero y aún sin empleo, un pastor invitado a nuestra congregación un domingo, ministraba a la comunidad, y aquella medida de fe que Dios me había dado (ver Romanos 12:3) trajo una convicción a mi corazón: al siguiente día tendría empleo. Y Así fue, el lunes una llamada me avisaba que era necesario llevar algunos documentos para la firma de mi contrato. Ha sido uno de esos momentos en los cuales Dios me ha permitido conocerle como mi proveedor (Jehová Jireh).
Hoy, ese mismo pastor estuvo en nuestra congregación y uso como parte de su predicación aquel versículo del libro de Isaías (palabras que el viento no pudo llevarse). Fue una forma en la cual nuestro Padre me recordaba que jamás me olvida, me recordaba la necesidad de depender de Él, y más importante aún, que Su presencia siempre estaría a mí lado.
Me encantan las palabras de Jesús a sus discípulos: “Enseñen a los nuevos discípulos a obedecer todos los mandatos que les he dado. Y tengan por seguro esto: que estoy con ustedes siempre, hasta el fin de los tiempos.” Hechos 28:20 – NTV (el resaltado es mío)
Si te sientes solo, abandonado, sin fuerzas, no olvides que Cristo vivió todo ello y más, y recuerda que “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.” Romanos 8:37 – RV60
¡Dios nos lleva a recordar Su Palabra para vivir!
¡Hoy te bendigo!
Escrito para www.conectadosconcristo.com