(Día 4 – El reto del amor)

 “En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto”.
(Proverbios 18:21 NVI)

Ponte en contacto con tu cónyuge en algún momento del día. Pregúntale cómo está y si puedes hacer algo por él.

Llamar a nuestro esposo varias veces durante el día, para algunas personas puede llegar a parecer obsesivo y controlador; y me atrevería a afirmar que tienen razón, sin embargo, todo depende de lo que nos motiva a hacerlo.

Las conversaciones telefónicas entre Juan y yo, nunca se han caracterizado por ser interesantes. Realmente nos limitamos a preguntar ¿cómo está? ¿cómo vas?¿qué hay de nuevo? y nos vemos más tarde. Para una mujer con cerca de 25.000 palabras diarias por decir, de acuerdo al diseño maravilloso de Dios, es frustrante y hasta poco satisfactorio.

Me encanta escucharlo hablar cuando le pregunto acerca de temas políticos, religiosos, históricos y de interés general, es apasionante y en verdad me enamora su actitud apabullante y firme cuando de argumentar se trata; pero cuando algo no le llama la atención o invade su espacio, su reacción puede llegar a ser grosera y anuladora, cosa que me disgusta y me duele.

Este reto, lo comencé en derrota. Confieso que cuando leí lo que tenía que hacer, sabía que iba a ser complicado y no me equivoqué, fue un fracaso total. Fueron tres intentos de comunicación y no pude emitir palabra alguna. Su manera de responder como si le cobraran cada segundo conversado conmigo era horrible. Sentir que no había conexión, que no tenía nada importante para decirle y que lo que saliera de mi boca, era para él trivial, aburrido o irrelevante, fue estrellarme de frente con una terrible realidad…estamos casados, nos amamos, pero nuestra comunicación es pésima y debemos trabajar arduamente en restaurarla.

Entender que tenemos temperamentos distintos y manejamos los conflictos de una manera diferente es el verdadero desafío de las parejas de hoy. No hay matrimonios perfectos y el mío tiene mucho que mejorar, lo importante es poder detectar el problema a tiempo, reconocer las fallas y tener la disposición y voluntad férrea de cambiar aquello que cada uno puede cambiar y dejarle a Dios lo que le corresponde hacer a Él, que es cambiar a mi pareja, de acuerdo a su voluntad.

“Hasta un necio pasa por sabio si guarda silencio; se le considera prudente si cierra la boca”.
(Proverbios 17:28 NVI)

 Escrito por Lilo de Sierra para www.conectadosconcristo.com