TEXTO BÍBLICO

“Clamo a Dios: sí, a gritos. ¡Oh, si Dios me escuchara! Cuando estaba en graves dificultades busqué al Señor.

Toda la noche oré con las manos levantadas hacia el cielo, pero mi alma no encontró consuelo. Pienso en Dios y gimo, abrumado de tanto anhelar su ayuda.”

(Salmos 77:1-3 NVI)

REFLEXIÓN

No hay nada que le haya pedido a Dios en oración, que Él en su santa voluntad no me haya concedido; sin embargo, en ocasiones ha guardado silencio, he permitido que el ruido del mundo interfiera en nuestra relación y he tomado la decisión unilateral de actuar como si Él no existiera.

No me malentiendas. No es una crisis de fe, no es que he dejado creer, no es que he apartado mi mirada del cielo. Sé que no me ha dejado sola, lo amo y Él lo sabe; simplemente, las emociones ganan terreno y mi actitud frena mi crecimiento espiritual, a tal punto, que me paraliza de una manera contundente.

Por lo anteriormente expuesto, mi crisis natural con lo que esté batallando (enfermedad, escasez económica, inestabilidad laboral, problemas en mi familia) pierde protagonismo y cobra mayor relevancia la guerra espiritual que a diario emprendemos al abrir los ojos. Una guerra en la que cedemos terreno al enemigo por nuestra falta de confianza en lo que no vemos o no podemos sentir. Es decir, nos convertimos en cómplices de nuestra propia destrucción al pensar que la fidelidad de Dios es selectiva y que un presente confuso y difícil se da como castigo y no como bendición.

Todo depende de la perspectiva con la que veamos las cosas que nos suceden. Dios tiene un propósito para todo y tiene el poder de cambiar lo negativo en positivo para nuestras vidas. En su palabra nos recuerda que tendremos aflicciones, que seremos probados, que tendremos que atravesar desiertos o caminar senderos de fuego, jamás ha expresado, que viviremos tranquilos y sin preocupaciones; pero lo que sí nos ha dicho, es que nunca estaremos solos y Él sostendrá nuestra mano y nos acompañará en medio de cualquier proceso en el que nos encontremos.

Al orar lo hacemos de forma equivocada. Somos egoístas y arrogantes con el Señor. Pensamos que trabaja para nosotros y que debe cumplir a cabalidad y de manera inmediata con todas nuestras demandas. Clamamos, pedimos a grito herido y desesperados le presentamos nuestro rollo de peticiones como si fuera un edicto obligatorio de cumplir. Esperamos, nos desesperamos, desistimos y finalmente culpamos al Señor por guardar silencio. 

Debemos entender que la respuesta de Dios llega en el tiempo perfecto. No es cuando nosotros queramos recibir respuesta; sino que en su amor, responderá cuando Él considere que estamos preparados, si lo que estamos pidiendo nos conviene y si en su voluntad buena, agradable y perfecta, nuestro corazón está limpio de cualquier semilla de resentimiento, odio, desesperanza y oscuridad que en el pasado haya erosionado nuestra fe.

 Tómate unos segundos para pensar en quien eres hoy y quien eras antes de conocerlo. Recordarás lo que ha hecho en tu vida, todo lo que se ha cumplido y podrás confirmar que aunque no lo veas o no lo sientas, Él está trabajando en ti o en tu entorno. Quizás en este tiempo de dificultad, no se trata solo de ti, sino de quienes están a tu alrededor, de esta manera podrás ver con claridad que está obrando milagros de los cuales eres beneficiado(a) de manera indirecta.

 Alabanza sugerida

Canción: Milagroso, Abres Camino / Aquí Estás – Su Presencia (Way Maker)

Ver video aquí: https://onx.la/f6016

OREMOS

Amado Señor, perdóname cuando he subestimado tu actuar en mi vida y cuando mi oración se resume a una lista de peticiones, dejando el agradecimiento atrás. Perdóname cuando he olvidado tus proezas en mi pasado y le he dado mucha más importancia a mis problemas que a fortalecer mi relación personal contigo. Confío en que tus planes son mucho más altos que los míos y que en tu sabiduría conoces lo que más me conviene. Decido aferrarme a ti y a tus promesas, elijo confiar y creer en que anhelas lo mejor para mí. No me abandones en el proceso de espera, dame paz. En el nombre de Jesús y bajo la unción de tu Santo Espíritu, amén y amén.