La trampa de la confrontación

Es difícil quitarnos de encima la carnalidad de responder envalentonados los ataques de las personas que intentan hacernos daño, de la misma forma; ojo por ojo, diente por diente. Nuestro carácter beligerante sale a relucir, nos dejamos llevar por el acaloramiento del momento y al final, terminamos ofendiendo a Dios, porque aunque te esfuerces por vencer el mal en tus fuerzas, la esencia del mal permanece en aquel que ha decidido convivir con ella y el único que puede cambiar esa circunstancia es Él.

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