“Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir”.

(1 Corintios 10:13 NVI)

Hacía frío. Con la mirada perdida, decepcionada de la vida y con un nudo en la garganta que le impedía desahogarse, con su corazón quebrado por los malos tratos de su amado, hablaba con Dios en profunda intimidad…

Si esto es amor, no lo quiero conmigo. Duele ver su despreocupación y total desconsideración. Lo que me has mostrado es una vida diferente a esta llena de soledad, aunque esté aparentemente rodeada de gente. Estoy vacía y no tengo claro mi propósito; mi llamado ha sido enmudecido por los afanes diarios y no sé qué hacer.

Anhelo y deseo paz, no puedo más, la incertidumbre me carcome por dentro. No se lo que él está sintiendo y la verdad a estas alturas del partido, anhelo pensar en mi bienestar de la manera más egoísta posible. Me demuestra una y otra vez que no soy nadie para él, soy solo una carga más. Pareciera que está viviendo su propio infierno y me siento impotente, al no poder aminorar su desprecio por lo que alguna vez, fue una bendición para su vida.

Me quemo, rodeada estoy de oscuridad, estoy paralizada y aunque mi alma quiere que avance ante la adversidad, mi mente me mantiene bloqueada, inerte y muerta en vida. Me dijo loca y quizás tiene razón. Te amo Dios pero quiero mantenerme distante, prudente, estupefacta ante tus maravillas, pero al mismo tiempo, me siento oprimida a causa de mi pecado.

Una punzada en mi pecho me arrebata la poca vida que me queda, me rindo ante el agotamiento, la tristeza y la frustración de ver que nada cambia y todo sigue igual…una fe sin un horizonte claro…

Necesito una vida nueva, un renacer en Cristo, un reinicio. Lo exijo, ya no quiero seguir así, quiero servir, adorar, vivir por ti y para ti, sin límites ni fronteras, sin descalificaciones, sin opresiones, sin falsas ilusiones…

Lo único que me queda es un mínimo hálito de vida en el que solo el fruto de mi vientre puede motivarme a respirar. ¡No puedo más! aquí estoy Jesús, perdóname una y otra vez. Esta situación me quedó grande y no soy capaz; te defraudé y no puedo evitar el abismo que tengo al frente…el desamor.

El lamento de mi alma me recuerda que tan vulnerable soy. Me quiebro y no hay nadie que me rescate. Me desvanezco y nadie a mi alrededor pareciera importarle. Vivo una mentira y nada puedo hacer…es la consecuencia de otra mala decisión, la peor decisión… alejarme de ti.

No hay paz, no hay seguridad…perdí el control y las olas, la cruda tormenta me hunden en el fondo del mar. De nuevo la punzada, recordándome lo vulnerable y débil que soy. Derrotada, aun no destruida, derribada y sin fuerzas para levantarme…quiero cerrar los ojos, descansar en tus brazos y dejar que me sostengas, porque en mí ganas ya no quedan de seguir.

Pido un milagro, una promesa más cumplida. Sueño con escuchar una voz que me recuerde que tan digna soy de portar la corona de vida que me has concedido desde antes de nacer. Se vale rendirse, porque cuando renunció a ser yo, comienzas a crecer tú.

Después de un suspiro profundo y un breve momento de silencio un dulce susurro logra inquietarla: eres mi niña amada, jamás te abandonaré, no serás avergonzada, refúgiate entre mis brazos, no tengas miedo, con amor eterno te he amado, no te rindas y no olvides que nada, absolutamente nada, podrá separarte de mí…

“Mi victoria y mi honor provienen solamente de Dios; él es mi refugio, una roca donde ningún enemigo puede alcanzarme. Oh pueblo mío, confía en Dios en todo momento; dile lo que hay en tu corazón, porque él es nuestro refugio.”

(Salmos 62:7-8 NTV)

Escrito por @lilodesierra