El apóstol Pablo amó a Timoteo y a Tito como si fueran sus hijos, DIOS puso en su camino a este par de jóvenes, que más que discípulos fueron sus sucesores, líderes de las iglesias que el apóstol había establecido en algunas de las ciudades del mundo antiguo, pero su elección y formación no fueron circunstanciales, ellos habían dispuesto sus corazones y pagaron el precio de la obediencia para cumplir este propósito en sus vidas.

Es importante reconocer que la decisión de cada uno de seguir a CRISTO fue muy valiente para su época, incluso más que hoy en día, porque aparte de las presiones del mundo, ellos debían luchar contra los espíritus de muerte y violencia que se levantaban en persecución de los cristianos de aquellos tiempos, reconocer en ese entonces que eras seguidor de JESÚS podía ser una sentencia de muerte.

El apóstol les advirtió de aquellos que llevaban falsas enseñanzas, como de los peligros del mundo y de aquellos con un corazón hipócrita, les pidió que oraran por la iglesia, que ejercitaran su fe y que con sus vidas honraran a DIOS y dieran ejemplo a sus hermanos en la fe, que llevaran el nombre de JESÚS y su verdad a todos quienes quisieran escucharlos, que fueran fieles a sus principios y a los de la iglesia.

DIOS a través del apóstol Pablo quiso convertirlos en sus soldados, les enseñó a ser obedientes y a llevar una vida sin mancha, como también a tener un corazón sensible a la voz de ÉL, para que se convirtieran en una extensión de sus manos y le ayudaran a construir y a establecer su reino en la tierra, como buenos soldados deberían dar su vida por la causa y a estar dispuestos a sufrir todo lo que fuera necesario para que la luz llegara hasta el último rincón de la tierra.

Hoy como soldados de JESÚS debemos estar dispuestos a pagar el precio de ser sus seguidores, señalamientos, persecuciones, odios infundados, malos tratos, discriminaciones y demás retaliaciones que se levanten en nuestra contra, sin embargo, es claro que aquel en quien creemos es más grande y fuerte que todas las circunstancias y todo gigante que quiera atacarnos, la valentía no se trata de no sentir miedo, se trata de tener un propósito para entregar el alma y la vida en la batalla, por un ideal más grande que nosotros mismos.

Como guerreros debemos prepararnos para la batalla, ir detrás de ÉL y lanzar un grito ensordecedor de lucha y victoria, blandiendo la espada, el mundo debe escucharnos, nuestras vidas deben ser ejemplo, DIOS es un guerrero, ÉL nos ha dado su fuerza interior, un espíritu fuerte y valiente; hombres dispuestos a pagar el precio de amar a una sola mujer, de levantar hogares rendidos a los pies del ALTÍSIMO, de criar hijos adoradores, de tener influencia en su entorno y llevar el nombre de DIOS honorablemente.

Un hombre fuerte cuida de sí mismo, pero el más fuerte cuida de los demás, su legado tocará generaciones.

Escrito por Mr. Cesos para www.conectadosconcristo.com