TEXTO BÍBLICO

“David contestó: Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor de los Ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien has desafiado. Hoy mismo el Señor te entregará en mis manos; y yo te mataré y te cortaré la cabeza. Hoy mismo echaré los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a las fieras del campo, y todo el mundo sabrá que hay un Dios en Israel. Todos los que están aquí reconocerán que el Señor salva sin necesidad de espada ni de lanza. La batalla es del Señor y Él los entregará a ustedes en nuestras manos.”.

 (1 Samuel 17:45-47 NVI)

REFLEXIÓN

Goliat es para David, lo que para nosotros significan los retos que enfrentamos a diario. Tenemos muchas formas de reaccionar y no siempre somos asertivos al hacerlo. Dios nos habla, nos entrega promesas, nos sabemos la teoría de memoria, pero cuando intentamos llevarla a la práctica, nos gana el desespero o la insensatez y son nuestras emociones las que hablan por nosotros.

Considero que soy una persona radical en mis convicciones, pero he cedido en muchas ocasiones terreno importante al enemigo, para que ponga de cabeza mi vida. Continuamente hago y digo cosas que terminan hiriendo sin intención a quienes más amo. Por supuesto que no está bien actuar de esta manera y más si soy seguidora de Cristo y pienso que en lugar de proyectar la seguridad que el Señor le da a mi vida, reflejo la inmadurez espiritual que una cristiana de 18 años de conocer la palabra no debería demostrar.

Por esto le pido perdón a diario al Señor, quien por su misericordia me muestra su amor a pesar de mis fragilidades humanas. Tengo la oportunidad de resarcir mis errores cuando el arrepentimiento visita mi corazón. Le doy gracias por ser un papá perdonador y amoroso conmigo.

Deberíamos tener la determinación de David cuando le dice al gigante que tiene al frente que es insignificante ante el poderío de nuestro Dios. El enemigo viene sin piedad a robar, matar y destruir todo aquello que glorifique a Dios y eso nos incluye a nosotros como sus hijos amados. Cuando nuestro adversario entre a la vida de nuestros hijos, nuestra familia, nuestro matrimonio, nuestro hogar o a nuestra mente e intente robarnos la tranquilidad, nuestra actitud debería ser la de defender a toda costa y en el nombre de Jesucristo lo que nos ha sido concedido por su gracia.

Muchas personas a tu alrededor intentarán persuadirte y quizás te dirán que evites la confrontación y que tomes el camino fácil para solucionar tus problemas. Si le das la oportunidad al Señor de librar la batalla por ti, no te decepcionará. El mundo actúa conforme a sus deseos, no obstante nosotros que vivimos en el mundo, pero no pertenecemos a Él, nos movemos por la voluntad de Dios que es contrario a las motivaciones del mundo. Es decir, Dios actuará de una manera sobrenatural e impensable para aquellos que no lo conocen. Él mueve montañas literalmente, por nuestro bienestar.

Sin necesidad de espada y lanza, el Señor pondrá a tus pies a tu enemigo. Ese gigante que hoy obstaculiza tu camino y que retrasa el cumplimiento de tus metas, será derribado por el Todopoderoso si decides confiarle a Él tus cargas. Grítale a ese pensamiento de derrota y a ese sentimiento de angustia que no puede contra ti, porque la esperanza que tienes en Dios es mucho más fuerte. Afirma y declara que Dios es quien gobierna tu vida y por ende sabe a ciencia cierta lo que te conviene. No cedas, ni te dejes seducir por lo que aparentemente te promete lo mejor, aunque con eso ofendas al Señor. Opta por creer que todo estará bien, aunque el proceso duela, te aseguro que la recompensa será duradera y perdurable.

Alabanza sugerida

Canción: Venceré – Danytza

Ver video aquí: https://acortar.link/tZ9Kul

OREMOS

Amado Señor, derriba todo orgullo en mi corazón. Ayúdame a ser de bendición para quienes más amo. Enséñame a reconocer a mi enemigo y a actuar utilizando las armas correctas con la determinación que le diste a David cuando enfrentó a Goliat. Hoy me declaro vencedor(a) en Cristo. Soy un soldado del ejército de Dios y he sido revestido(a) con autoridad para derribar a cualquier enemigo que amenace mi estabilidad espiritual, mental o física, lo haré en tus fuerzas, confíándote mi vida. Respáldame cuando la batalla arrecie. Has tu obra en mí. En el nombre de Jesús y bajo la unción de tu Santo Espíritu, amén.